Poesía de Arely Jiménez
Vivo a las orillas
en la periferia el
margen
Hay muchas formas de nombrar
estar lejos de todo
pero cerca de un monte
que en las noches está en otro siglo
uno sin luz sin
nosotros
incrustado en él está un Bodega Aurrera
No hay una clínica con área de urgencias
ni una carnicería decente
los refrescos en las tiendas están caducados
y los cadáveres de los perros atropellados cobijan las
calles por semanas
Es de noche, camino hasta el Aurrera para comprar una lata
de atún
pienso en una pantalla encendida en el fin del mundo
aun dando las noticias.
En esta uña de Dios perdida de su mano
una décima parte del
territorio
donde quinientas mil almas
no saben que vivir es portar tu incendio con dignidad
pero viven
no saben qué es la dignidad
pero arden y caminan
mientras el sudor traza constelaciones en sus frentes
mientras la luz enceguece las calles
mientras el medio día
pero hay que salir a trabajar
tomar una de las tres rutas que conectan a esta pequeña uña
con el corazón autonombrado corazón
Arder y caminar
Arder sin metáforas porque no es un oficio
el verdadero fuego no se anuncia
aquí no está Dios
aquí tampoco es el infierno.
porque soy una nada
tal vez por eso
porque hago todo mal
el amor el
odio la familia
porque mi alma no pertenece a este mundo
necesita una unión perfecta
gozosa en sus bordes
pero el mundo es una inmensa ruina
una grieta
una mano
una mordida.
Casas más
abajo
escuchaba por las madrugadas
al vecino golpear a su mujer
casas más arriba
escucho al vecino
hacerle el amor a su esposa
las paredes son solo una ilusión
de cuatrocientos mil pesos
una deuda infinita
no estamos solos ni
juntos
es algo más grotesco
duermo pensando en que Dios
no podrá reconocernos
todas las casas son las mismas.
Bajo un gran
ojo
estas hormigas
sus casitas de cartón blancas con amarillo
No ha pasado una década desde que construyeron
este fraccionamiento
Pero la polvareda y la pobreza envejecen las cosas
hace tanta luz pero
todo es oscuro
Una oscuridad más densa crece de esta lucidez
el sol delineando el cuerpo de los niños solos
en la carretera lanzan piedras al perro
no tan distinto de ellos.
una mirada habla se abre como un corazón inmenso
tan grande como la casa que nunca tendremos
una negrura tibia desnuda
estos hombres han aprendido a llorar desde las líneas de
sus frentes
desde el tercer ojo que les abre con sus uñas el sol
la luz es un cuchillo al mediodía y el calor una
herida.
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