Dos poemas de ǀ Yobany García Medina
Bulla
Yobany García Medina
Si
arrojasen las palabras
desde
el último piso del cielo,
desde
la azotea que creemos divina:
la
pajarera de dios, a ciencia cierta,
el
cagadero de todos los ángeles
y
el tendedero de sus plumas;
en
ese momento preciso
extrañaríamos
el silencio.
Imaginen
el matadero de cualquier cosa dicha,
cayendo
a la velocidad de la voz,
para
descalabrar cosas que también son palabras;
la
desilusión de las balas perdidas,
en
banca rota, malbaratando su negocio
de
asesinas sin firma.
La
lluvia pidiendo aventón
para
empapar antes que la sangre;
los
charcos llenos de blasfemias,
ríos
con los “te quiero” desnucados
y
no se hable de los “te amo”
practicando
lobotomías con un solo golpe.
Y
qué de los infortunados
que
por descuido o costumbre simple
levanten,
por un trago de piedad, la voz y la mirada,
terminarían
con los ojos arrinconados en la nuca
y
la respuesta en el estómago incrustada.
*
Prosema desechable
XXXIII
Los gatos negros me evitan porque estoy manchado de abismos; ellos no
huelen el miedo, pero igual prefieren rodearme, prevenir la sal, mis ojos a
punto de maldecir, quebrarse. Los gatos tienen una superstición aprendida,
también le huyen a la suerte echada a perder; salen a reírse de los hombres sin
luz, de los que deja gotear su tristeza, de aquellos que han perdido todo, pero
la vida se les aferra, les recuerda que no están solos y en un par de meses le
vuelve la amnesia. Van así, buscando gatos negros o de cualquier color, da
igual. Alguien les dijo que es de buena suerte morir en las garras de uno.
*
Comentarios
Publicar un comentario