EL SIGNIFICADO DE (NO) SER MUCHOS

LA OVEJA NEGRA: AUGUSTO MONTERROSO


Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.


Augusto Monterroso (1921-2003). Escritor guatemalteco, innovador y renovador de los géneros tradicionales, específicamente de la fábula, se reconoce su importancia por el cambio que introduce en la literatura latinoamericana del siglo XX: brevedad e ironía. Con El dinosaurio (1959, p.71), uno de los más universales y reducidos cuentos escritos, realiza una labor de condensación literaria extraordinaria y desafía a los lectores más dogmáticos que lo rechazan como cuento literario.

Le fue otorgado los reconocimientos Premio nacional de cuento Saker Ti, Guatemala (1952), Premio Xavier Villaurrutia (1975), Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (1996), Premio Nacional Miguel Ángel Asturias, Guatemala (1997), Premio Felipe Herrera Lane a la Integración Cultural y el Desarrollo de América Latina y el Caribe, en Santiago de Chile (1999) y Príncipe de Asturias de las Letras (2000). Ese mismo año, se hace cargo del Taller de Cuento de la Dirección General de Difusión Cultural de la UNAM, así como del Taller de Narrativa del Instituto Nacional de Bellas Artes


En su libro La oveja negra y demás fábulas (1969) apuesta ya definitivamente por el relato breve, vivifica este género concediendo a los animales atributos propios del ser humano, además de atribuirle la ironía, el lector puede encontrarse con una variedad de personajes (míticos, ficticios y reales), circunstancias y temas independientes y sin relación explícita. El autor nos muestra en este recorrido las características propias de la sociedad contemporánea y de las debilidades y crueldades humanas. Cada personaje es un animal humanizado, que en propias palabras de Monterroso: “están disfrazados de moscas, perros, jirafas o simples aspirantes a escritores”. Él mismo reconoce que sus escritos nacen del sentimiento de compasión por el hombre y por sí mismo, se reconoce en esas debilidades.


La fábula tradicional es una composición literaria breve, en la que los personajes principales son animales o cosas inanimadas que presentan características humanas y que tiene una intención didáctica de carácter ético y universal que siempre aparece en la parte final como moraleja. Monterroso juega con esta alegoría utilizando la parodia para dejar entrever cuestiones y conductas humanas que ponen en evidencia nuestra esencia. El autor no busca moralizar sino solo escribir literatura y que lo que nos queda de los grandes escritores de fábulas no son sus enseñanzas, sino sus valores literarios, su prosa.



En Periódico Poético te compartimos una muestra literarias de los libros Obras completas (y otros cuentos) (1959) y La oveja negra (y demás fábulas) (1969), del escritor guatemalteco Augusto Monterroso.



EL MONO QUE QUISO SER ESCRITOR SATÍRICO


En la Selva vivía una vez un Mono que quiso ser escritor satírico.

Estudió mucho, pero pronto se dio cuenta de que para ser escritor

satírico le faltaba conocer a la gente y se aplicó a visitar a todos y a ir a

los cocteles y a observarlos por el rabo del ojo mientras estaban

distraídos con la copa en la mano.

Como era de veras gracioso y sus ágiles piruetas entretenían a los

otros animales, en cualquier parte era bien recibido y él perfeccionó el

arte de ser mejor recibido aún.

No había quien no se encantara con su conversación y cuando lle-

gaba era agasajado con júbilo tanto por las Monas como por los

esposos de las Monas y por los demás habitantes de la Selva, ante los

cuales, por contrarios que fueran a él en política internacional, nacio-

nal o doméstica, se mostraba invariablemente comprensivo; siempre,

claro, con el ánimo de investigar a fondo la naturaleza humana y poder

retratarla en sus sátiras.

Así llegó el momento en que entre los animales era el más experto

conocedor de la naturaleza humana, sin que se le escapara nada. 

Entonces un día dijo voy a escribir en contra de los ladrones, y se

fijó en la Urraca, y principió a hacerlo con entusiasmo y gozaba y se

reía y se encaramaba de placer a los árboles por las cosas que se le

ocurrían acerca de la Urraca; pero de repente reflexionó que entre los

animales de sociedad que lo agasajaban había muchas Urracas y

especialmente una, y que se iban a ver retratadas en su sátira, por

suave que la escribiera, y desistió de hacerlo.

Después quiso escribir sobre los oportunistas, y puso en ojo en la

Serpiente, quien por diferentes medios auxiliares en realidad de su arte

adulatorio lograba siempre conservar, o sustituir, mejorándolos, sus

cargos; pero varias Serpientes amigas suyas, y especialmente una, se

sentirían aludidas y desistió de hacerlo.

Después deseó satirizar a los laboriosos compulsivos y se detuvo

en la Abeja, que trabajaba estúpidamente sin saber para qué ni para

quién; pero por miedo de que sus amigos de este género, y especial-

mente uno, se ofendieran, terminó comparándola favorablemente

con la Cigarra, que egoísta no hacía más que cantar y cantar dándose-

las de poeta, y desistió de hacerlo.

Después se le ocurrió escribir contra la promiscuidad sexual y en-

filó su sátira contra las Gallinas adúlteras que andaban todo el día

inquietas en busca de Gallitos; pero tantas de éstas lo habían recibido

que temió lastimarlas, y desistió de hacerlo.

Finalmente elaboró una lista completa de las debilidades y los de-

fectos humanos y no encontró contra quién dirigir sus baterías, pues

todos estaban en los amigos que compartían su mesa y en él mismo.

En ese momento renunció a ser escritor satírico y le empezó a dar

por la Mística y el Amor y esas cosas; pero a raíz de eso, ya se sabe

cómo es la gente, todos dijeron que se había vuelto loco y ya no lo

recibieron tan bien ni con tanto gusto.


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LA FE Y LAS MONTAÑAS


Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamen-

te necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante

milenios.

Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció

divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de

sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las

había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más

dificultades que las que resolvía.

La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora monta-

ñas permanecen por lo general en su sitio.

Cuando en la carrera se produce un derrumbe bajo el cual mue-

ren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo y

ligerísimo atisbo de Fe.


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LA OVEJA NEGRA


En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.

Fue fusilada.

Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua

ecuestre que quedó muy bien en el parque.

Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rá-

pidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de

ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escul-

tura.


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LA TORTUGA Y AQUILES


Por fin, según el cable, la semana pasada la Tortuga llegó a la me-

ta.

En rueda de prensa declaró modestamente que siempre temió

perder, pues su contrincante le pisó todo el tiempo los talones.

En efecto, una diezmiltrillonésima de segundo después, como una

flecha y maldiciendo a Zenón de Elea, llegó Aquiles.


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LOS OTROS SEIS


Dice la tradición que en un lejano país existió hace algunos años

un Búho que a fuerza de meditar y quemarse las pestañas estudiando,

pensando, traduciendo, dando conferencias, escribiendo poemas,

cuentos, biografías, crónicas de cine, discursos, ensayos literarios y

algunas cosas más, llegó a saberlo y a tratarlo prácticamente todo en

cualquier género de los conocimientos humanos, en forma tan notoria

que sus entusiastas contemporáneos pronto lo declararon uno de los

Siete Sabios del País, sin que hasta la fecha se haya podido averiguar

quienes eran los otros seis.


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MONÓLOGO DEL MAL


Un día el Mal se encontró frente a frente con el Bien y estuvo a

punto de tragárselo para acabar de una buena vez con aquella disputa

ridícula; pero al verlo tan chico el Mal pensó:

Esto no puede ser más que una emboscada; pues si yo ahora me

trago al Bien, que se ve tan débil, la gente va a pensar que hice mal, y yo me encogeré tanto de vergüenza que el Bien no desperdiciará la

oportunidad y me tragará a mí, con la diferencia de que entonces la

gente pensará que él si hizo bien, pues es difícil sacarla de sus moldes

mentales consistentes en que lo que hace el Mal está mal y lo que hace

el Bien está bien.”

Y así el Bien se salvó una vez más.


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EL MONO PIENSA EN ESE TEMA


¿Por qué será tan atractivo —pensaba el Mono en otra ocasión,

cuando le dio por la literatura— y al mismo tiempo como tan sin

gracia ese tema del escritor que no escribe, o el del que se pasa la vida

preparándose para producir una obra maestra y poco a poco va

convirtiéndose en mero lector mecánico de libros cada vez más impor-

tantes pero que en realidad no le interesan, o el socorrido (el más

universal) del que cuando ha perfeccionado un estilo se encuentra con

que no tiene nada qué decir, o el del que entre más inteligente es,

menos escribe, en tanto que a su alrededor otros quizá no tan inteli-

gentes como él y a quienes él conoce y desprecia un poco publican

obras que todo el mundo comenta y que en efecto a veces son hasta

buenas, o el del que en alguna forma ha logrado fama de inteligente y

se tortura pensando que sus amigos esperan de él que escriba algo, y lo

hace, con el único resultado de que sus amigos empiezan a sospechar

de su inteligencia y de vez en cuando se suicida, o el del tonto que se

cree inteligente y escribe cosas tan inteligentes que los inteligentes se

admiran, o el del que ni es inteligente ni tonto ni escribe ni nadie

conoce ni existe ni nada?


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LA CUCARACHA SOÑADORA


Era una vez una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba

que era una Cucaracha llamada Franz Kafka que soñaba que era un

escritor que escribía acerca de un empleado llamado Gregorio Samsa

que soñaba que era una Cucaracha.


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EL BURRO Y LA FLAUTA


Tirada en el campo estaba desde hacía tiempo una Flauta que ya

nadie tocaba, hasta que un día un Burro que paseaba por ahí resopló

fuerte sobre ella, haciéndola producir el sonido más dulce de su vida,

es decir, de la vida del Burro y de la Flauta.

Incapaces de comprender lo que había pasado, pues la racionali-

dad no era su fuerte y ambos creían en la racionalidad, se separaron

presurosos, avergonzados de lo mejor que el uno y el otro habían

hecho durante su triste existencia.


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EL PARAÍSO IMPERFECTO


-Es cierto —dijo melancólicamente el hombre, sin quitar la vis-

ta de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno-;

en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse

al Cielo es que allí el cielo no se ve.


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EL ZORRO ES MÁS SABIO


Un día que el Zorro estaba muy aburrido y hasta cierto punto me-

lancólico y sin dinero, decidió convertirse en escritor, cosa a la cual se

dedicó inmediatamente, pues odiaba este tipo de personas que dicen

voy a hacer esto o lo otro y nunca lo hacen.

Su primer libro resultó muy bueno, un éxito; todo el mundo lo

aplaudió, y pronto fue traducido (a veces no muy bien) a los más

diversos idiomas.

El segundo fue todavía mejor que el primero, y varios profesores

norteamericanos de lo más granado del mundo académico de aquellos

remotos días lo comentaron con entusiasmo y aun escribieron libros

sobre los libros que hablaban de los libros del Zorro.

Desde ese momento el Zorro se dio con razón por satisfecho, y

pasaron los años y no publicaba otra cosa.

Pero los demás empezaron a murmurar y a repetir “¿Qué pasa con

el Zorro?”, y cuando lo encontraban en los cocteles puntualmente se le

acercaban a decirle tiene usted que publicar más.

Pero si ya he publicado dos libros —respondía él con cansan-

cio.

Y muy buenos —le contestaban—; por eso mismo tiene usted

que publicar otro.

El Zorro no lo decía, pero pensaba: “En realidad lo que estos quie-

ren es que yo publique un libro malo; pero como soy el Zorro, no lo voy a hacer”.

Y no lo hizo.



Monterroso, A., (1997), La oveja negra y demás fábulas), Madrid, España, Alfaguara.

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http://www.elem.mx/autor/datos/729

https://cvc.cervantes.es/actcult/monterroso/biografia.htm

https://www.escritores.org/biografias/2109-monterroso-augusto

http://biblioteca.usac.edu.gt/tesis/07/07_1860.pdf

http://socialesyvirtuales.web.unq.edu.ar/archivo-2/syv-nro-5/articulos/la-trasgresion-crea-literatura/

[Diego Montes]




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