EL SIGNIFICADO DE (NO) SER MUCHOS

POEMAS A LA MUERTE: EMILY DICKINSON


No es el Apocalipsis — lo que — espera,

sino nuestros deshabitados ojos —


Emliy Dickinson (Amherst, Massachusetts, 1830-1886) Poeta estadounidense cuya obra, por su especial sensibilidad, misterio y profundidad, ha sido celebrada como una de las más grandes de habla inglesa de todos los tiempos. Su obra, integrada por 1775 poemas.

Poemas a la muerte (Bartleby Editores) nos presenta a la maestra del género versionando todo un clásico de la literatura. Junto con el amor y Dios, la muerte es el tema principal de todo lo escrito. Con una diferencia: amor o no amor, Dios o no Dios, morirnos, nos morimos igual. Para ella, el universo tenía los límites precisos de su voluntad, y la muerte no era tanto un acabamiento, se trata de un problema de conocimiento: pese a constituir la única certeza de la vida provoca una falla, una tachadura, una imposibilidad ante la cual lenguaje y mente se colapsan, se resquebrajan.

En este libro, encontramos una Emily Dickinson distinta a la imagen dulcificada que de ella se ofrece en ocasiones. Está la Dickinson más oscura, silenciada o marginal en otras antologías de su obra, pero también la más atrevida, aquélla cuyo lenguaje es más eléctrico, implacable y visionario: esos ojos destinados a ver lo invisible, más allá de todas las barreras, adornos o disfraces.



En Periódico Poético te compartimos una breve muestra poética del libro Poemas a la muerte, de la escritora estadounidense Emily Dickinson, en traducción de Rubén Martín:


45

Hay algo más tranquilo aún que el sueño

en esta habitación de dentro.

Una ramita lleva sobre el pecho —

y no dirá su nombre.

Hay quien lo toca, y quien lo besa —

hay quien aprieta su mano impasible —

Posee una sencilla gravedad

que me resulta incomprensible.

No lloraría yo si fuera ellos —

¡Es de maleducados sollozar!

Podrían asustar a la serena hada,

hacer que vuelva a su bosque natal.

Mientras las gentes de corazón simple

hablan de «Prematuros muertos» —

nosotros — que apreciamos la perífrasis,

decimos que los Pájaros partieron.


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87

Un miedo súbito — ostentación — y lágrima —

un despertar en la mañana

para encontrar la causa de nuestro despertar

respirando una aurora diferente.


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182

Si no estuviera viva

cuando los Petirrojos vengan,

a ese de Corbata Carmesí

dale una miga en mi Memoria.

Y si no te pudiera dar las gracias

por estar muy dormida,

has de saber que lo estaré intentando

con labios de Granito.


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241

Me gusta cómo luce la Agonía,

pues sé que es verdadera —

Los hombres no simulan el Dolor,

ni fingen un Espasmo —

Se vidrian nuestros Ojos — es la Muerte —

No hay forma de imitar

esas Perlas que enhebra

en nuestra frente la cotidiana Angustia.


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255

Morir — lleva muy poco tiempo —

Se dice que no duele —

Tan sólo es un desmayo — por etapas —

queda después — fuera de vista —

Un Lazo más oscuro — por un Día —

Apenas un Crespón en el Sombrero —

y luego la preciosa luz del sol —

nos ayuda a olvidar —

al ausente — la mística — criatura —

que si no nos hubiera amado así —

se habría dado al sueño — esa infalible hora —

sin el menor cansancio —


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280

Sentí un Funeral en mi Cabeza,

los Dolientes que iban y venían,

pisaban — y pisaban — hasta que pareció

que el Sentido se iba abriendo paso —

Cuando todos estaban ya sentados,

la Liturgia, semejante a un Tambor —

redobló — y redobló — llegué a pensar

que mi Mente se estaba entumeciendo —

Y después les oí levantar una Caja

y un crujido me atravesaba el Alma

con sus Botas de Plomo, otra vez,

y entonces el Espacio — comenzó a repicar,

igual que si los Cielos fueran una Campana,

y el Ser, sólo un Oído,

y yo, con el Silencio, una especie de Raza

extraña, solitaria, naufragada —

y entonces una Tabla se quebró en la Razón,

y comencé a caer, y caer más —

y me di contra un Mundo, en cada choque,

y en ese instante — terminé de saber —


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389

En la Casa de Enfrente, alguien ha Muerto,

exactamente Hoy —

Lo sé por ese aspecto entumecido

que — siempre — muestran tales Casas —

Entran y salen susurrando los Vecinos —

El Médico — se aleja en coche —

La Ventana se abre como Vaina —

repentina — y mecánica —

Alguien arroja fuera un Colchón —

Los Niños se apresuran —

y se preguntan si murió — en él —

Solía hacerlo yo — cuando era Niña —

El Sacerdote — se abre paso, impávido —

igual que si la Casa fuera Suya —

y poseyese — ahora — a todos los Dolientes —

y a los Niños pequeños — además —

Después el Sombrerero — y luego el Hombre

del Espantoso Oficio —

entra a tomar medidas de la Casa —

Luego vendrá ese Desfile Oscuro —

de Carruajes — y de Borlas — pronto —

Es Signo fácil de entender —

intuir las Noticias —

en un Pequeño Pueblo —


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413

No me siento en mi Casa — aquí Abajo —

y en los Hermosos Cielos

no me sentiré en Casa — estoy segura —

El Paraíso no me atrae —

porque es Domingo — todo el tiempo —

y nunca llega — el Recreo —

y en el Edén serán tan solitarias

las Tardes relucientes de los Miércoles —

Si Dios se fuera de visita —

o se echara una Siesta —

y así no nos mirase — pero dicen

que Él mismo es — un Telescopio

perenne, contemplándonos —

Yo saldría corriendo, huiría de Él —

del Espíritu Santo — y de Todo —

mas ¡para eso está el «Juicio Final»!


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465

Escuché el vuelo de una Mosca — al yo morir —

Había una Calma en esa Habitación

semejante al Sosiego

entre dos Embestidas de Tormenta —

Los Ojos ya sin lágrimas — alrededor de mí —

y todos contenían sus Alientos

para el último Encuentro — cuando el Rey

apareciera — en ese Cuarto —

Mis Recuerdos más íntimos — legué

con una firma, cada porción de mí

que transferible fuese — pero entonces

se interpuso una Mosca

con un Zumbido Azul — confuso y vacilante —

entre la luz — y yo —

y luego declinaron las Ventanas —

y no pude ver para ver —


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531

Soñamos — y que estemos soñando es bueno —

Nos dolería mucho — estar despiertos —

Mas dado que es un juego — asesinadnos,

y puesto que jugamos — demos gritos —

¿Qué daño? El Hombre muere — en mano ajena —

Es un axioma — de la Sangre —

Pero nosotros — morimos en un Drama —

y el Drama — nunca muere —

Nos peleamos — con cautela —

y los dos — abrimos los ojos —

no sea que el Fantasma — averigüe el Error —

y la Sorpresa lívida

nos congele en Destellos de Granito —

con sólo Fecha — y Nombre —

y una frase en Egipcio a lo mejor —

Soñar — es más prudente —


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609

He estado fuera de mi Casa años

y ahora, ante la Puerta,

no me atrevo a cruzar, no sea

que un Rostro jamás visto

con rigidez me mire

y me pregunte Qué hago aquí —

«Sólo busco una Vida que dejé,

¿acaso sigue ahí?»

Me apoyé en el Temor —

que Antes me retuvo —

ese Instante, como un rumor de Océano,

rompió contra mi oído —

Reí con una frágil Carcajada:

que tenga pánico a una Puerta

aquella que ha vivido la Aflicción

sin mostrar una mueca.

Ajusté al Picaporte

mi Mano, temblorosa y cauta,

no fuera a ser que la temible Puerta

se abriese y me dejara Dentro —

Entonces aparté mis Dedos

con cautela de Vidrio,

me tapé los oídos, y como una Ladrona

escapé de la Casa jadeando —


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685

No es el Apocalipsis — lo que — espera,

sino nuestros deshabitados ojos —


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695

Como si el Mar se abriera

y nos mostrara un nuevo Mar —

y ése — otro más — y los Tres juntos

no fueran sino hipótesis —

de Infinitud de Mares

que nunca vieron Costa —

el Borde de otros Mares por nacer —

La Eternidad — es Eso —


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1017

Morirse — sin la Muerte

y vivir — sin la Vida

es el Milagro más difícil

encomendado a la Fe.


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1212

Dicen algunos

que una palabra muere

cuando es dicha.

Yo en cambio opino

que comienza a vivir

justo ese día.


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1760

El Paraíso está tan lejos

como la Habitación de al lado

si en Ella un Ser Querido aguarda

Fatalidad o Dicha

Qué fortaleza tiene el Alma,

que puede resistir así

el eco de los Pasos que se acercan —

la Puerta que se abre —



Dickinson, E., (2010), Poemas a la muerte, Madrid, España, Bartleby Editores.

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http://www.lecturalia.com/libro/44365/poemas-a-la-muerte

https://algundiaenalgunaparte.com/2010/06/11/poemas-a-la-muerte-emily-dickinson/

https://verseando.com/blog/emily-dickinson-poemas-a-la-muerte-introduccion/

[Diego Montes]



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