EL SIGNIFICADO DE (NO) SER MUCHOS: VIRGINIA WOOLF

 LAS OLAS


Y las olas se quebraron sobre la orilla.


Virginia Woolf (1882 – 1941) considerada una de las escritoras que revolucionó la narrativa en el siglo XX. También fue quien más defendió los derechos de las mujeres a través de sus textos. Su técnica narrativa del monólogo interior y su estilo poético destacan como las contribuciones más importantes a la novela moderna. Su prosa se caracterizó por un estilo que recordaba a la poesía. Trataba de evocar el proceso mental de las personas.


Las olas (1931) es un deslumbrante relato intimista de seis personajes que se reúnen en distintos momentos de sus vidas. Está construido a partir del desbocado flujo de pensamiento de cada uno de ellos. El cruce de géneros literarios es uno de los principales atractivos de este “poema dramático”, como lo clasificó la autora, donde la historia de los personajes está narrada a partir de un ritmo que los arrastra, de un palpitar que los impulsa. Es el oleaje de los pensamientos, una incesante marea de emociones, la implacable ola del tiempo.



En Periódico Poético te compartimos un breve fragmento de su novela: Las olas (1931), de la escritora Virginia Woolf:



El sol había descendido en el horizonte. Los islotes de nubes se hacían más densos y opacaban la luz del sol hasta que las rocas se tornaron súbitamente negras y el tembloroso cardo marino cesó de ser azul para tornarse plateado, y las sombras, arrastradas por el viento, corrían sobre el mar como trozos de tela gris. Las olas ya no visitaban las lagunas que habían formado en la orilla ni alcanzaban la franja negra que orlaba irregularmente la playa. La arena era color perla, lisa y reluciente.


Los pájaros hacían círculos en pleno cielo o se precipitaban sobre sus presas. Algunos corrían sobre los surcos del viento, girando y separándose cual si fueran los mil fragmentos de un mismo cuerpo. Se abatían sobre las cimas de los grandes árboles como una red palpitante. Aquí y allá, un pájaro se dirigía solo hacia las marismas, y, posándose sobre alguna estaca blanca, abría y cerraba alternativamente sus alas en plena soledad.


Algunos pétalos habían caído en el jardín y yacían como conchas sobre el suelo. La hoja muerta no se tenía ya sobre su propio borde, sino que había sido cogida por el viento que la alzaba y la precipitaba contra algún arbusto, A través de todas las flores pasó la misma oleada de luz en un súbito borbollón, cual si una aleta hubiera fundido el cristal verde de un lago. De vez en cuando, una brisa poderosa inclinaba con un mismo movimiento las innumerables hojas y, después del pasaje del viento, cada brizna de hierba se enderezaba, recobraba su identidad. Los claros discos de las flores brillaban al sol; una ráfaga de viento las apartaba de este rayo de sol y algunas corolas, demasiado pesadas para enderezarse, continuaban inclinadas sobre el suelo.


El sol de mediodía calentaba los campos, añadía en toque de azul a las sombras, y un toque de rojo a los trigos. Los campos barnizados como laca se extendían al sol. Una carreta, un caballo, una bandada de cornejas, todo lo que se moviera en esta extensión, parecía bañarse en oro. Cada paso de una vaca avanzando sobre un prado seprolongaba en una agitación dorada y sus cuernos parecían revestidos de luz. Ramajes de trigo rubio desprendidos de las carretas de forma antigua y baja que regresaban cargadas de los campos, se enredaban en los setos. Jirones de nubes rodaban por el cielo sin deformarse, sin perder un átomo de su redondez. A su paso ellas cogían a una aldea entera en sus redes de sombra y la soltaban al alejarse. Lejos, muy lejos, en el horizonte entre las miríadas de granos de polvo azul, se veía relucir un cristal o se destacaba la silueta solitaria de un árbol o de algún campanario.


Las cortinas rojas y las persianas blancas palpitaban, batiendo el reborde de la ventana, y la luz que penetraba a la casa por accesos convulsivos, contenía un ligero tinte pardo, y un no sé qué de abandono al deslizarse a través de las cortinas atormentadas. Ella ponía un reflejo pardo sobre un bargueño, un reflejo rojo sobre una silla y hacia vacilar la ventana en los flancos del gran jarro verde.


Durante un instante todo vaciló, todo se inclinó en medio de una atmósfera ambigua, incierta, cual si la sombra de una gran polilla que agitara sus alas a través de la habitación, hubiera triunfado sobre la enorme solidez de las sillas y de las mesas.


-Y el Tiempo -dijo Bernardo -deja caer su gota. La gota se ha formado sobre el tejado del alma y cae. El Tiempo la ha hecho caer. La semana pasada, mientras me afeitaba, sentí que la gota caía sobre mí. De pie, con la navaja en la mano, me di cuenta de pronto de la naturaleza maquinal de mis gestos (la gota se está formando) y felicité irónicamente a mis manos, por preservar esta rutina. «Afeitad, afeitad, afeitad», les dije, «continuad afeitándome...» La gota caía. Durante todo el día, mientras trabajaba, mi espíritu se escapaba a intervalos y rodaba por un lugar vacío, en busca de algo perdido, de algo muerto. «Estoy muerto y enterrado, me dije jugando con palabras para consolarme. Las gentes se daban cuenta de mi aire ausente y de la vacuidad de mi conversación. Jamás terminaba mis frases. Y mientras me abrochaba el sobretodo para regresar a casa, me dije más dramáticamente todavía: «He perdido mi juventud».»Es extraño cómo, en cada crisismoral, alguna frase hecha, alguna frase absolutamente fuera de lugar, acude en nuestra ayuda: tal es la desdicha de vivir en medio de una civilización demasiado vieja y de poseer una libreta de notas. Esta gota que ha caído nada tiene que ver con mi juventud perdida. Esta gota que ha caído es el Tiempo que se va deshilachando; el Tiempo que es una pradera asoleada sobre la cual palpita la luz danzante; el Tiempo que se extiende como un campo a mediodía y, de pronto, agudizándose en un ángulo, cuelga suspendido en el espacio. Igual que una gota que se desprende de un vaso lleno en el fondo de sedimento, así se desprende el Tiempo. Estos son los verdaderos ciclos, los verdaderos acontecimientos. Enseguida, como si toda la claridad de la atmósfera refluyera súbitamente a la manera de una ola, yo percibo el fondo y veo lo que la rutina recubre. Entonces yazgo perezosamente en cama durante días enteros. Ceno fuera de casa y abro la boca para bostezar igual que un bacalao. No me tomo la molestia de concluir las frases comenzadas, y mis acciones, por lo general tan inciertas, adquieren una precisión mecánica. En esta ocasión, al pasar frente a una agencia de vapores, entré y compré, con los gestos precisos de un autómata, un pasaje para Roma. [...]



Woolf, V., (2010), Las olas, Madrid, España, Tusquets Editores S. A.

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https://www.mujeresnotables.com/2018/11/13/biografia-de-virginia-woolf-escritora-britanica/

https://elpais.com/cultura/2018/01/25/actualidad/1516835051_025456.html

https://www.otroangulo.info/libros/las-olas-de-virginia-woolf/#:~:text=Las%20olas%20(Tusquets)%20es%20un,asombroso%20ejercicio%20de%20estilo%20literario.

https://canalhistoria.es/perfiles/virginia-woolf

[Diego Montes]



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