El gusto estético como acto de fe|Roberto Sanabria


El gusto estético sólo puede explicarse como un acto de fe, un inconsciente motivado por reflejos espontáneos e instintivos. No hay explicación completa a nuestras preferencias sobre la creación artística. La idea de la belleza es subjetiva, es un concepto sobre el cual podemos intuir lo que es, pero no podemos saberlo del todo: no sé qué es la belleza, pero puedo “sentirla” cuando la veo. Es difícil explicar porque preferimos leer un comic sobre una novela de Julio Verne, escuchar a los “Tigres del Norte” o las “Cuatro Estaciones” de Vivaldi. Las preferencias artísticas son una expresión externa de nuestras íntimas pretensiones, nuestras fobias y ansiedades. Muchas veces no podemos exponer las razones del por qué nos gusta una obra artística, no sabemos explicarlo, pero se nos revuelve el estómago al verla. Los criterios del canon estético son relativos. Técnicas como la perspectiva y los claroscuros en la pintura, el ritmo, la melodía y la armonía en la música, o el evitar frases comunes en la literatura, no son absolutos. Incluso al juzgar la belleza del cuerpo humano, reconocer lo atractivo es un discernimiento débil y confuso. Las mujeres pueden resaltar su atractivo a través de colocarse aros en el cuello, platos enormes dentro de los labios o deformando sus pies haciéndolos extremadamente pequeños al exigirse utilizar un calzado de menor tamaño. En otros casos haciendo dietas para verse considerablemente delgadas y otras veces, la obesidad es la cúspide del atractivo físico. Según el lugar y el momento, todo esto encaja en la belleza femenina. Por el lado masculino, preferir y calificar como dotado de hermosura a los hombres barbudos y de pelo largo, con diversos tatuajes respecto de los extremadamente delgados y metrosexuales, o los altos, rudos y obesos dan muestra de la relatividad con que juzgamos la belleza humana. No sabemos del todo que es la belleza en el arte; la intuimos, la sentimos, la disfrutamos, pero no la podemos definir. Nuestro gusto y preferencia es un acto de fe, un momento de éxtasis en que la magia de un objeto nos transporta hacia el limbo del placer gozoso por la perfección inexplicable. Los objetos tienen forma, volumen, contorno, color, peso, textura y más características, pero no todos tienen magia. La magia del arte es un acto de fe.


Ante una creación artística, no es común sentirse envuelto en el halo de lo distinto, lo único e irrepetible, admitir que esa sustancia, esa música o esa frase nos concierne nos delimita nos conforma y nos sosiega. Una línea y un punto, un grito estridente, una melodía que imita el sonido del río, la imagen que rememora nuestra primera infancia o las pláticas con los abuelos. Algún recurso del artista puede provocar nuestra empatía, sin embargo, hay manifestaciones artísticas de las que ignoramos por qué ganan nuestra atención, podemos estar horas contemplándolas, escuchándolas o releerlas varias veces. Esa inexplicable atracción por determinadasexpresiones artísticas o ciertos objetos de arte es un sentimiento intrínseco que brota de nuestras entrañas y que revuelve el estómago y abruma la mente. En ocasiones, ni el mismo creador entiende como su obra resulta tan apreciada. Muchos artistas dan por hecho que la obra que han creado y en la cual se han empeñado y puesto “lo mejor de sí” será una pieza aclamada por el público, apreciada por su valor artístico, sin embargo, resulta que pasa desapercibida, sin pena ni gloria, e incluso tachada de insulsa y mediocre. Por otro lado, esporádicamente el artista crea una obra en que invierte muy poco de su tiempo, poco entusiasmo y casi nulo “espíritu creativo”, y al final, resulta que el producto es una obra aclamada y reconocida por neófitos y expertos. Críticos especializados y público sin nociones estéticas coinciden en que esa obra tiene magia, que nos hace sentir algo especial. ¿Qué sucedió?, nadie lo sabe. El artista fue tocado por el espíritu divino y concibió un objeto que es adorado sin explicación. Llenos de convicción solemne, un sentimiento primitivo nos invade y todos coincidimos en que algo especial fue creado, de que algo fuera de lo común, único y maravilloso salió de las manos y la imaginación del artista, y que esa obra esta designada para reverenciarla en la liturgia sagrada del arte, sin explicación, solo como un acto de fe y sometimiento intelectual; alabado sea el arte.


Texto publicado en la edición No. 11 de Periódico Poético.

https://drive.google.com/file/d/1G8kESiMqLKWWQYpe1Em6J9IEy9abzbX9/view?usp=drivesdk

---
Roberto Sanabria. Nació en Pachuca Hidalgo. Profesor y Abogado, cursó el Diplomado en Creación Literaria en la Escuela de Escritores del Estado de México. Ha concurrido a diversos talleres de poesía impartidos por Maricruz Patiño, Dionisio Munguía, Saúl Ordoñez, Félix Suárez, Pedro Salvador Ale y Jair Cortés entre otros. Escribe Poesía, cuento y ensayo. Ha publicado textos en diversas antologías y el poemario “Onírica Plegaria” (2019).


Comentarios

Entradas populares