TEPT | Cuento de Luz Mery Prada
TEPT
Huía velozmente por entre los árboles, por entre el bosque y la hierba que rozaba mis pies, las espinas que arañaban mis piernas y el frío aire de la noche que me congelaba la piel, pero lo que más me congelaba eran los pasos de quien se acercaba, por eso no paraba de correr; la respiración agitada y el corazón que se me quería salir del pecho me recordaban que mis pies eran mis únicos salvadores. Esforcé tanto el cuerpo que caí desmayada. A las pocas horas desperté en un lugar desconocido, techo de paja y paredes de barro, ¿qué extraño lugar era ese?, ¿estaría soñando? Mis pies muy adoloridos me avisaron que era real, intenté levantarme logrando solo hacer que mi cuerpo me enviara al cerebro el recuerdo del dolor que causó aquel demente monstruo. Cuando escuché el crujir de la puerta, dejó entrever una amigable figura. —Por fin despiertas niña, ya me estaba preocupando. Eres como un gato, tienes muchas vidas. ¿Qué te ha pasado niña? ¿Por qué tienes tantos golpes? Oh perdón, te dejaré descansar, que imprudente soy. Era una mujer agradable, gordita y cachetona, se notaba que su rostro había sido marcado por el sol, muchas horas de sol y sus manos sucias dejaban ver que quizás trabajaba la tierra. —Disculpe señora, no recuerdo mucho lo de anoche, —le dije. —Oh niña no sé que te haya ocurrido, pero esta mañana cuando traía el agua a mi casa, te encontré botada en el prado al lado del río, y estabas muy mal; además de estar muy fría. —Muchas gracias por haberme ayudado —le respondí. —No ha sido nada solo descansa. —No sabía dónde estaba pero quería ya comunicarme con mi familia, especialmente con mi madre, para decirle que me encontraba bien. Por eso salí de aquella chozita a buscar un teléfono, pero me di cuenta que no había ninguna vivienda más, además que ya estaba llegando la noche. Busqué a la amable señora que ni el nombre me había dicho, pero no la encontré, quizás estaba trayendo más agua o trabajando, así que me adentre un poco en el bosque y escuché ruidos, lentamente me acerqué a la fuente dónde provenía el sonido. Vi una luz extraña, como de fuego, que flotaba en el aire, pero no vi a nadie. Cuando estaba más cerca vi solo la sombra de aquella mujer, pero no a ella. Me sentía muy confundida y mis piernas temblaban hasta que alguien tocó mi espalda y me di vuelta —¿Hija que pasa? ¿Otra vez con tus pesadillas? —Yo estaba perpleja. Ni siquiera asimilaba entre el sueño y mi realidad hasta que en pocos minutos reaccioné, abracé a mi mamá. —Fue una pesadilla muy fea, mamá, aún siento mi cuerpo adolorido, —le dije. —¿Adolorido de qué hija? —Del hombre que me perseguía, que me quería matar. —Mi madre se rió. —¡Ayy hija! siempre con esos sueños tan raros, más bien levántate que vamos a desayunar, —mi madre salió de la habitación mientras yo me incorporaba en la cama, aún estaba muy afectada por el sueño, ¡fue tan real!, me estiré un poco (En serio sentía mi cuerpo adolorido).
Me puse mis zapatos y bajé las escalera, mis pies estaban débiles y mis pasos eran torpes, escuchaba las voces de mi mamá, mi papá y mi hermana, mi madre les contaba parte de mi sueño y ellos reían. Sí claro, tuve el peor sueño de mi vida y para ellos era un chiste, no era nada gracioso, pero en fin, fue solo un sueño. Mientras más bajaba las escaleras escuchaba más fuerte las voces de ellos, hasta que los vi sentados a la mesa, sonreí, pues a pesar de que se estuvieran burlando de mí, yo me sentía a salvo. Al llegar a la mesa sentí mareo, así que me senté rápidamente en la silla, todos acudieron preocupados a ayudarme. Yo intentaba volver a reincorporarme y mi respiración se entrecortaba, mi padre me decía —¿Hija estás bien? —Mientras tomaba mi brazo para ayudarme a sentar. —Papá estoy bien, no aprietes tanto el brazo que me estás lastimando. —La preocupación lo hacía apretar cada vez más mi brazo, le volví a pedir que me soltara ya dolía bastante, cuando lo grité. Él me tomó de los hombros y me sacudió con violencia, yo estaba tan confundida que subí rápidamente mi mirada hacia su rostro. ¡Oh por Dios! Era él. ¿Qué me está pasando? ¿Dónde está mi familia? —¡Papá, papá, mamá! —gritaba muy fuerte mientras él me seguía sacudiendo. —¿Eres tonta? Ellos no están aquí, maldita perra. Siempre dándome problemas. —Nooooo. ¿Qué pasaba? Hace unos segundos estaba con mi familia, hace unos segundos esto era solo un mal sueño, por qué nuevamente estoy en este pútrido lugar con este maldito monstruo. —Ya deja la estupidez, no ves que te estoy hablando y debes obedecerme, maldita, —me decía. Intenté moverme con todas mis fuerzas, pero mi cuerpo no respondía. ¿Sería otra pesadilla? Tenía que despertar. Él empezó a golpear mi rostro pero era una pesadilla, así que no podía hacerme daño, por eso no respondía, o mi cuerpo no lo hacía. Trataba de defenderme en vano, y quedaba inconsciente por momentos. —Vamos Silvia, debes despertar de esta pesadilla. ¡Vamos tú puedes!, —me decía a mí misma y hacía todo lo posible por abrir mis ojos, tenía mucho miedo, mi respiración se hacía débil, y él me seguía zarandeando. Despierta zorra, no vas a morir aunque ya quisieras, esto no ha terminado. Nunca más intentarás escapar, —me decía abriendo esa olorosa boca con dientes amarillentos y su cabello desordenado y muy sudoroso. Estaba demente, era repulsivo. —¡Vamos Silvia despierta de esta maldita pesadilla!, —me repetía en mi mente, pero fue imposible. Por un momento quedé inconsciente, cuando abrí mis ojos estaba feliz, pensé que por fin había podido despertar. —¡Lo lograste Silvia, lo lograste! —me decía. Cuando mi visión se aclaró estaba tirada en el piso en ese mismo asqueroso y sucio lugar. —Por fin despiertas mi querida, —me dijo ese monstruo con una sonrisa de triunfo, no entendía nada de lo que estaba pasando. Maldita sea, no es un sueño, no es un maldito sueño, esto es real, empecé a llorar. —Otra vez llorando maldita perra. Eres una desgradecida. Si yo te mantengo, te visto, te doy todo lo que necesitas ¿Y tú me pagas de esa manera? Antes agradece que sigues aún con vida, eso es porque te amo. ¡Oh por Dios!, ya recuerdo todo, hace 5 años me casé con él, ya de tantos golpes hasta he perdido en parte mi memoria, miro la mujer en la que me he convertido, está sucia mujer encorvada pálida y fea, me seco las lágrimas y respiro hondo, esto es un infierno ría congela mis huesos, mi cuerpo ya no da más hasta que me desplomo. —¡Hija despierta! ¿Otra vez la misma pesadilla?
Autor: Luz Mery Prada Cortés (Colombia)
Este cuento fue publicado en la edición #9 de la Revista Periódico Poético
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