EL SIGNIFICADO DE (NO) SER MUCHOS: ANA AJMÁTOVA
RÉQUIEM
Ana
Ajmátova (1889 - 1966) Poeta rusa. Publica en 1912 su primer libro de poemas
titulado La tarde. En estos primeros escritos parece intuir la gran
soledad en la que se verá sumergida años más tarde, tras la revolución rusa de 1917.
La escritora se negó a silenciar su voz y siguió adelante con su poemario más
importante: Réquiem, donde explica que en aquella Unión Soviética los
únicos que estaban en paz eran los difuntos, ya que los vivos pasaban su vida
yendo de un campo de concentración a otro. El libro fue publicado sin su
consentimiento, ni conocimiento, en 1963 en Múnich. Al año siguiente, Ana
viaja a Taormina (Italia), donde recibe el Premio Internacional de Poesía y en
1965 es nombrada doctor honoris causa por la Universidad de Oxford. Viaja a
Gran Bretaña con escala en París y se publica en Moscú: El correr del tiempo
(1909-1965), un balance incompleto (y censurado) de su obra.
El signo
de la poesía de Ana Ajmátova es el de la transparencia. Se explica por sí
misma. Surgida en uno de los periodos históricos más convulsos y
contradictorios de nuestro siglo, se levanta como un testigo excepcional de los
sucesos circundantes. Elabora un conmovedor testamento para las generaciones
posteriores que, como Ana creía firmemente, nunca dejarán de amar la poesía,
aun en los tiempos más difíciles.
Cristiana
ortodoxa, azotada por los rigores de la revolución y la guerra antifascista,
proscrita como indeseable por el realismo burocrático llamado “socialista”,
pervive a pesar de todo como una gran poeta, conservando intactas hasta hoy su
vitalidad y su frescura.
En
Periódico Poético te compartimos una breve muestra poética de la escritora rusa
Ana Ajmátova, en traducción de Kyra Galván:
T ODO ME
HA SIDO ARREBATADO
Todo me
ha sido arrebatado: el amor y la fuerza.
Mi
cuerpo, precipitado dentro de una ciudad que detesto,
no se
alegra ni con el sol. Siento que mi sangre
congelada
está.
Burlada
estoy por el ánimo de la Musa
que me
observa y nada dice,
descansando
su cabeza de oscuros rizos,
exhausta,
sobre mi pecho.
Sólo la
Conciencia, más terrible cada día,
enfurecida,
exige cuantioso tributo.
Y para
responder, me cubro el rostro con las manos,
porque he
agotado mis lágrimas y mis excusas.
(Sebastopol, octubre de 1916)
** * * *
**
RÉQUIEM
1935-1940
Ningún
cielo extranjero me protegía,
ningún
ala extraña escudaba mi rostro,
me erigí
como testigo de un destino común,
superviviente
de ese tiempo, de ese lugar.
(1961)
** * * *
**
PRÓLOGO
Era
aquella una época en que sólo los muertos
podían
sonreír, liberados de las guerras;
y el
emblema, el alma de Leningrado,
pendía
afuera de su casa-prisión;
y los
ejércitos de cautivos,
pastoreados
en los patios ferroviarios,
se
evadían de la canción entonada por el silbato de la
máquina,
cuyo
refrán iba así: ¡Váyanse parias!
Las
estrellas de la muerte pendían sobre nosotros.
Y Rusia,
la inocente, la amada, se contorsionaba
bajo las
huellas de botas manchadas de sangre,
bajo las
ruedas de las Marías Negras.
1
Llegaron
al amanecer y te llevaron consigo.
Ustedes
fueron mi muerte: yo caminaba detrás.
En el
cuarto oscuro gritaban los niños,
la vela
bendita jadeaba.
Tus
labios estaban fríos de besar los iconos,
el sudor
perlaba tu frente: ¡Aquellas flores mortales!
Como las
esposas de las huestes de Pedro el Grande
me pararé
en la
Plaza Roja y aullaré bajo las torres del Kremlin.
(1935)
2
Apaciblemente
fluye el Don Apacible;
hasta mi
casa se escurre la luna amarilla.
Brinca el
alféizar con su gorra torcida
y se
detiene en la sombra, esa luna amarilla.
Esta
mujer está enferma hasta la médula,
esta
mujer está completamente sola,
con el
marido muerto, y el hijo distante
en
prisión. Rueguen por mí. Rueguen.
3
No, no es
la mía: es la herida de otra gente.
Yo nunca
la hubiera soportado. Por eso,
llévense
todo lo que ocurrió, escóndanlo, entiérrenlo.
Retiren
las lámparas...
Noche.
** * * *
**
10
CRUCIFIXIÓN
“No
llores por mí, madre,
cuando
esté en la tumba.”
I
Un coro
de ángeles glorificó aquella hora,
la bóveda
celeste se disolvió en llamas.
“Padre,
¿por qué me has abandonado?
Madre, te
lo ruego, no llores por mí…”
II
María
Magdalena se dio un golpe de pecho y sollozó.
Su
discípulo amado se quedó inmóvil, con el gesto
petrificado.
Su madre
permaneció aparte. Nadie miró dentro
de sus
ojos secretos. Ninguno se atrevió.
(1940-43)
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EPIGRAMA
¿Hubiera
podido Beatriz escribir como Dante,
o Laura
glorificar las penas de amor?
Yo
instauro el estilo para el verbo de la mujer.
¡Dios me
ayude a callarlas de nuevo!
(1960)
Ajmátova,
A. (2008), Anna Ajmátova. Breve Antología. Selección, versiones y nota
introductoria de Kyra Galván. Ciudad de México-México, Coordinación de
difusión cultural. Dirección de literatura. Universidad Nacional Autónoma de
México.
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https://www.letraslibres.com/espana-mexico/revista/anna-ajmatova-anna-todas-las-rusias
https://elpais.com/cultura/2019/11/01/actualidad/1572625081_452491.html
https://malostratos.org/portfolio-item/ana-ajmatova/
https://www.coleccionmuseoruso.es/exposicion/anna-ajmatova/
[Diego Montes]
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