EL SIGNIFICADO DE (NO) SER MUCHOS: FRANZ KAFKA
UN SUEÑO
Franz Kafka (1883 – 1924) Escritor
checo, cuya obra señala el inicio de la profunda renovación que experimentaría
la novela europea en las primeras décadas del siglo XX.
Considerado como una de las
figuras clave en la literatura moderna, su legado literario refleja las
preocupaciones del hombre contemporáneo: la soledad, la frustración o la
alienación, así como los conflictos paternofiliales, la ansiedad, el
existencialismo, la brutalidad física y psicológica, la culpa, la filosofía del
absurdo, la burocracia y las transformaciones espirituales fueron de los temas
que recorren su obra, pionera en la fusión de elementos realistas con
fantásticos.
Franz Kafka dejó definitivamente
atrás el realismo decimonónico al convertir sus narraciones en parábolas de
turbadora e inagotable riqueza simbólica: protagonizadas por antihéroes
extraviados en un mundo incomprensible, sus novelas reflejan una realidad en
apariencia reconocible y cotidiana, pero sometida a inquietantes mutaciones que
sumergen al lector en una opresiva y asfixiante pesadilla, plasmación de las
angustias e incertidumbres que embargan al hombre contemporáneo.
Fue autor de las novelas El
proceso, El castillo y El desaparecido, la novela corta La metamorfosis y un
gran número de relatos cortos. Además, dejó una abundante correspondencia y
escritos autobiográficos.
En Periódico Poético te compartimos tres cuentos cortos del
escritor Franz Kafka.
EL PASEO REPENTINO
Cuando por la noche uno parece
haberse decidido terminantemente a quedarse en casa; se ha puesto una bata;
después de la cena se ha sentado a la mesa iluminada, dispuesto a hacer aquel
trabajo o a jugar aquel juego luego de terminado el cual habitualmente uno se
va a dormir; cuando afuera el tiempo es tan malo que lo más natural es quedarse
en casa; cuando uno ya ha pasado tan largo rato sentado tranquilo a la mesa que
irse provocaría el asombro de todos; cuando ya la escalera está oscura y la
puerta de calle trancada; y cuando entonces uno, a pesar de todo esto, presa de
una repentina desazón, se cambia la bata; aparece en seguida vestido de calle;
explica que tiene que salir, y además lo hace después de despedirse
rápidamente; cuando uno cree haber dado a entender mayor o menor disgusto de
acuerdo con la celeridad con que ha cerrado la casa dando un portazo; cuando en
la calle uno se reencuentra, dueño de miembros que responden con una especial
movilidad a esta libertad ya inesperada que uno les ha conseguido; cuando
mediante esta sola decisión uno siente concentrada en sí toda la capacidad
determinativa; cuando uno, otorgando al hecho una mayor importancia que la
habitual, se da cuenta de que tiene más fuerza para provocar y soportar el más
rápido cambio que necesidad de hacerlo, y cuando uno va así corriendo por las
largas calles, entonces uno, por esa noche, se ha separado completamente de su
familia, que se va escurriendo hacia la insustancialidad, mientras uno,
completamente denso, negro de tan preciso, golpeándose los muslos por detrás,
se yergue en su verdadera estatura. Todo esto se intensifica aún más si a estas
altas horas de la noche uno se dirige a casa de un amigo para saber cómo le va.
** * * * **
UN SUEÑO
Josef K soñó:
Era un hermoso día y K quería
pasear. Pero apenas había dado dos pasos, cuando ya se encontraba en el
cementerio. Allí había dos caminos muy artificiosos que se entrecruzaban de
forma poco práctica, pero él se deslizó por ellos como por un torrente, con una
actitud imperturbable y fluctuante. Desde la lejanía descubrió un túmulo
reciente en el que quería detenerse. Ese túmulo ejercía sobre él una atracción
poderosa y no creía ir lo suficientemente rápido. Algunas veces apenas podía
ver el túmulo, pues quedaba oculto por banderas que se entrelazaban con fuerza.
No se veía a sus portadores, pero parecía como si allí reinase un gran júbilo.
Mientras dirigía su vista a la
lejanía, descubrió repentinamente el túmulo a su costado, en el camino, ya casi
a su espalda. Saltó rápidamente al césped. Como el terreno bajo su pie de apoyo
al saltar era deslizante se desequilibró y cayó precisamente ante el túmulo y
de rodillas. Detrás de la tumba había dos hombres que sostenían una lápida en
vilo. Apenas apareció K, arrojaron la lápida al suelo y él quedó como si lo
hubieran emparedado. Un tercer hombre, al que K reconoció de inmediato como un
artista, salió en seguida de un matorral. Vestía sólo unos pantalones y una
camisa mal abotonada. En la cabeza llevaba un gorro de terciopelo y sostenía en
la mano un lápiz común con el que, al acercarse, trazó figuras en el aire. Se
colocó con el lápiz arriba, sobre la lápida. Como ésta era muy alta no tuvo que
agacharse del todo, aunque sí inclinarse, pues el túmulo, que no quería pisar,
le separaba de la lápida. Permanecía, por consiguiente, sobre las puntas de los
pies y se apoyaba con la mano izquierda sobre la superficie de la losa. Gracias
a una hábil maniobra logró trazar algunas letras doradas con el lápiz.
Escribió: «Aquí descansa…». Cada letra apareció clara y bella, perfecta y de
oro puro. Cuando terminó de escribir las dos palabras, se volvió y miró a K, que
esperaba ansioso la continuación de la escritura y apenas se preocupaba del
hombre, ya que sólo mantenía fija la mirada en la lápida. El hombre, en efecto,
se dispuso a seguir escribiendo, pero no podía, había algún impedimento. Bajó
el lápiz y se volvió de nuevo hacia K, que, ahora, se fijó en el pintor y
advirtió que éste se encontraba en un estado de gran confusión, aunque no podía
decir la causa. Toda su animación previa había desaparecido. También K quedó
confuso. Intercambiaron miradas suplicantes. Había un malentendido que ninguno
podía aclarar. Comenzó a sonar de un modo inoportuno la campana de la capilla
perteneciente a la tumba, pero el artista hizo un ademán y la campana se
detuvo. Transcurrido un rato comenzó a sonar de nuevo, esta vez en un tono muy
bajo y deteniéndose al instante sin ningún requerimiento. Era como si quisiera
probar su sonido. K estaba desconsolado por la situación del artista, comenzó a
llorar y sollozó largo tiempo cubriéndose el rostro con las manos. El artista
esperó hasta que K se hubo tranquilizado y entonces decidió seguir escribiendo,
ya que no encontraba otra salida. La primera línea que escribió supuso para K
una liberación, aunque el artista la realizó con gran resistencia. La escritura
ya no era tan bella, ante todo parecía faltar oro. La línea surgía pálida e
insegura, la letra quedaba demasiado grande. Era una «J», estaba casi terminada
cuando el artista pisoteó furioso la tumba, de tal modo que la tierra invadió
el aire. K le comprendió al fin. Para pedir perdón ya no había tiempo. Escarbó
en la tierra, que apenas oponía resistencia, con los dedos. Todo parecía
preparado. Sólo había una ligera capa para guardar las apariencias. Una vez
retirada, apareció una gran fosa con paredes escarpadas en la que K se hundió,
puesto de espaldas por una suave corriente. Mientras él, con la cabeza todavía
recta sobre la nuca, ya era recibido por la impenetrable profundidad, su nombre
era inscrito con poderosos ornamentos en la piedra.
Fascinado por esta visión, despertó.
** * * * **
DECISIONES
Elevarse de un estado miserable
debe de ser fácil aplicando la propia energía. Me desprendo del sillón, rodeo
la mesa, muevo la cabeza y el cuello, pongo fuego en mis ojos, tenso los
músculos a su alrededor, hago frente a todo sentimiento, saludo a A de un modo
tempestuoso cuando llega, tolero a B con amabilidad en mi habitación,
interiorizo en casa de C con largos impulsos todo lo que se dice a pesar del
dolor y del esfuerzo.
Pero aun en el caso de que todo
funcione, con cada fallo, que no puede dejar de producirse, el todo, tanto lo
fácil como lo difícil, quedará obstaculizado, y tendré que dar vueltas en torno
a mí mismo.
Así, el mejor consejo es
soportarlo todo, comportarse como una masa pesada y sentirse desaparecido; no
dejarse sonsacar ni un paso innecesario; mirar al otro con mirada animal; no
sentir arrepentimiento alguno; en suma, aplastar con la propia mano lo que
queda de la vida como espectro, es decir aumentar la última tranquilidad
sepulcral y no dejar nada excepto eso.
Un movimiento característico de
un estado semejante es el desplazamiento del dedo meñique sobre las cejas.
Kafka, F., (1983), Obras completas, trad. Joan Bosch et
alii, Barcelona, Teorema-Visión Libros.
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https://www.cuentosycuentos.com/franz-kafka.html
https://www.yaconic.com/cinco-cuentos-cortos-franz-kafka/
https://www.semana.com/libros/articulo/el-buitre-ante-la-ley-y-mas-cuentos-de-franz-kafka/76869/
https://gatopardo.com/arte-y-cultura/franz-kafka-el-escritor-que-se-adelanto-a-su-tiempo/
[Diego Montes]
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