EL SIGNIFICADO DE (NO) SER MUCHOS: CESARE PAVESE

TRABAJAR CANSA


Cesare Pavese (1908 – 1950) Fue conocido como escritor, traductor y crítico, y contribuyó a la difusión de figuras como Faulkner, Steinbeck y Joyce. Fue lector y consejero de la editorial Einaudi, de la que fue cofundador. Recibió el Premio Strega por su trilogía La Bella Estate. 

Su primera obra literaria fue el poemario Trabajar cansa, si bien luego se centró en la narrativa con obras como La luna y las fogatas. Los protagonistas de sus obras son seres solitarios, que son traicionados o resultan ser traicioneros. Gran parte de su creación se enmarca en la región de Le Langhe, donde solía veranear durante su infancia.

Trabajar cansa, porque fatiga el trabajo de vivir. Y es que la vida de la gente pobre de la región del Piamonte (zona en la que se desarrollan los poemas del libro) en la Italia de principios del siglo XX, era dura. En el libro de Pavese, Trabajar era una actividad abrumadora porque el trabajo dependía de las contingencias de la naturaleza y de la edad o fortaleza física del trabajador; una sociedad campesina, en la que las labores eran repetitivas, sin modificaciones a lo largo del tiempo. Así también el tiempo de los poemas del libro decantará siguiendo un ritmo aletargado e iterativo, que alude al modo en que cada imagen queda plasmada como recuerdo, transmitido en la voz poética por el autor a los lectores.

 

En Periódico Poético te compartimos una breve selección del libro Trabajar cansa, del escritor portugués Cesare Pavese, con traducción de Rodolfo Alonso:

 

 

TRABAJAR CANSA

Atravesar una calle para escapar de casa

puede hacerlo un muchacho, pero este hombre

que anda

todo el día por las calles ya no es un muchacho

y no escapa de casa.

Hay tardes de verano

en que hasta las plazas se vacían, tendidas

bajo el sol declinante, y este hombre que llega

a una alameda de inútiles hierbas, se detiene.

¿Vale la pena estar solo, para estar siempre más

solo?

Caminar por caminar; las plazas y las calles

están solas. Es preciso detener a una mujer,

hablarle y persuadirla de vivir juntos.

De no ser así, uno habla a solas. Es por esto que

a veces

el borracho nocturno comienza a farfullar

y relata los proyectos de toda la vida.

No es verdad que esperando en la plaza desierta

el encuentro se dé con alguno; pero quien va por

las calles

se detiene de vez en cuando. Si fueran dos,

aun andando en las calles, la casa estaría

donde aquella mujer y valdría la pena.

En la noche, la plaza vuelve a quedarse vacía

y este hombre, que pasa sin mirar las casas

entre inútiles luces, ya no levanta sus ojos:

sólo mira el empedrado hecho por otros

hombres

de manos endurecidas, como las suyas.

No es justo quedarse en la plaza desierta.

Es seguro que existe esa mujer en la calle

que, rogándoselo, quisiera consolar esa casa.

1934

 

 

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REGRESO DE DEOLA *

Volveremos a la calle a mirar transeúntes

y también nosotros seremos transeúntes.

idearemos

cómo levantarnos temprano, deponiendo él

disgusto

de la noche y salir con el paso de otros tiempos.

Le daremos en la cabeza al trabajo de otros

tiempos.

Volveremos a fumar atolondradamente contra el

vidrio,

allá abajo. Pero los ojos serán los mismos,

también el rostro y los gestos. Ese vano secreto

que se demora en el cuerpo y nos extravía la

mirada

morirá lentamente en el ritmo de la sangre

donde todo se pierde.

Saldremos una mañana,

ya no tendremos casa, saldremos a la calle;

nos abandonará el disgusto nocturno;

temblaremos de soledad. Pero querremos estar

solos.

Veremos los transeúntes con la sonrisa muerta

del derrotado, pero que no grita ni odia

pues sabe que desde tiempos remotos la suerte

—todo lo que ha sido y será— lo contiene la

sangre,

el murmullo de la sangre. Bajaremos la frente,

solos, a media calle, a escuchar un eco

encerrado en la sangre. Y ese eco nunca vibrará.

Levantaremos los ojos, miraremos la calle.

1936

 

 

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COSTUMBRES

Sobre el asfalto de la avenida la luna forma un

lago

silencioso y el amigo recuerda otros tiempos.

Entonces le bastaba un encuentro imprevisto

para ya no estar solo. Mirando la luna

respiraba la noche. Pero más fresco era el olor

de la mujer encontrada, de la breve aventura

bajo escaleras inciertas. El cuarto tranquilo

y el pronto deseo de vivir siempre allí

colmaban su corazón. Luego, bajo la luna,

volvía contento, con grandes pasos

atolondrados.

Entonces era un gran compañero de sí mismo.

Despertaba temprano y saltaba del lecho

reencontrando su cuerpo y sus viejos

pensamientos.

Le gustaba salir a mojarse en la lluvia

o andar bajo el sol; gozaba mirando las calles,

conversando con gente fortuita. Creía

poder comenzar en cualquier oficio

cada nuevo día, cada nueva mañana.

Después de tantas fatigas se sentaba a fumar.

Su más grande placer era quedarse a solas.

Envejeció el amigo y quisiera una casa

que le fuera más grata; salir por la noche

y quedarse en la avenida mirando la luna,

pero hallando al volver una mujer sumisa,

una mujer tranquila, paciente en su espera.

Envejeció el amigo y ya no se basta a sí mismo.

Los transeúntes son siempre los mismos; la

lluvia

y el sol son siempre los mismos; la mañana un

desierto.

Trabajar no vale la pena. Y salir a la luna,

si nadie lo aguarda, tampoco vale la pena.

1936

 

 

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EL AMIGO QUE DUERME *

¿Qué le diremos esta noche al amigo que

duerme?

La palabra más tenue nos sube a los labios

desde la pena más atroz. Miraremos al amigo,

sus inútiles labios que no dicen nada,

quedamente hablaremos.

La noche tendrá el rostro

del antiguo dolor que cada tarde resurge,

impasible y vivo. El silencio remoto

sufrirá como un alma, mudo, en la oscuridad.

Le hablaremos a la noche, que levemente

respira.

Oiremos los instantes goteando en lo oscuro,

más allá de las cosas, en la ansiedad del alba

que vendrá de improviso esculpiendo las cosas

contra el silencio muerto. La luz inútil

develará la faz absorta del día. Los instantes

callarán. Y hablarán quedamente las cosas.

1937

 

 

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EL PARAÍSO SOBRE LOS TEJADOS

Será un día tranquilo, de luz fría,

como el sol que nace o que muere, y el vidrio

guardará el aire sucio del cielo exterior.

Un día nos despertarán, de una vez para

siempre,

en la tibieza del último sueño: la sombra

será como la tibieza. Llenará la alcoba,

a través del ventanal, un cielo más grande.

De la escalera que se subió para siempre

no vendrán más voces ni rostros muertos.

No será necesario abandonar el lecho.

Sólo el alba entrará en la alcoba vacía.

Bastará la ventana para vestir cada cosa

de una claridad tranquila, casi una luz.

Los recuerdos serán unos grumos de sombra

agazapados como brasa vieja

en el fogón. El recuerdo será la llama

que aún ayer mordía los ojos apagados.

1940

 

 

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LA CASA *

El solitario escucha la voz calma

con la vista entornada, como si una respiración

alentara en su rostro, una respiración amiga

que remonta, increíble, del tiempo lejano.

El hombre solo escucha la voz antigua

que sus padres oyeron en otros tiempos, clara,

cosechada; una voz que como el verde

de los pantanos y colinas oscurece la tarde.

El hombre solo conoce una voz de sombra,

acariciante, que brota en los tonos tranquilos

de un oculto venero: la bebe atento,

a ojos cerrados, como si no estuviera a su lado.

Es la voz que un día detuvo al padre

de su padre y a todos los de su sangre muerta.

Una voz de mujer que suena secreta

en el umbral de la casa al caer la oscuridad.

1940

 

 

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VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS *

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

—esta muerte que nos acompaña

de la mañana a la noche, insomne,

sorda, como un viejo remordimiento

o un vicio absurdo. Tus ojos

serán una palabra hueca,

un grito ahogado, un silencio.

Así los ves cada mañana

cuando a solas te inclinas

hacia el espejo. Oh querida esperanza,

ese día también sabremos

que eres la vida y la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.

Será como dejar un vicio,

como mirar en el espejo

asomarse un rostro muerto,

como escuchar un labio cerrado.

Nos hundiremos en el remolino, mudos.

1950

 

 

Pavese, C., (2011), Trabajar cansa, traducción de Rodolfo Alonso, Alción Editorial, Buenos Aires, Argentina.

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https://www.lecturalia.com/autor/3331/cesare-pavese

https://es.scribd.com/document/451948717/TRABAJAR-CANSA-Cesare-Pavese-ANALISIS-LITERARIO

https://www.eternacadencia.com.ar/blog/libreria/poesia/item/trabajar-cansa-poemas-de-cesare-pavese.html

http://www.biblioteca.org.ar/libros/152179.pdf

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/55-021-cesare-pavese?showall=1

[Diego Montes]



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