Ecos de habitación | Poliviuz
Ecos de habitación
Por Sergio H. García
Poliviuz se enciende como un cigarrillo: Locura y maldición
Escribir sobre el miedo siempre es un acto de rebeldía contra él, es decir, un escritor del sub-género de terror o de horror, o de cualquier vertiente que nos jale hacia el sentimiento de abismo tragándolo todo, siempre está luchando contra sus perspectivas personales de lo que es el terror; contra sus propios miedos. No sería descabellado pensar en Edgar Allan Por, temiendo a la tuberculosis, a la locura o al apoderamiento del alcoholismo sobre el resto de sus sentidos, mismos temores reflejados en sus cuentos y a la vez, los mismos que lo llevaron a su, quizás, anticlimático deceso el 7 de octubre de 1849.
En la música el caso es completamente el mismo y si bien, en los anales de la música popular no hay historias de compositores siendo consumidos por los miedos que encarnaron en sus obras como lo puede ser fácil de identificar en la literatura, la música también posee historias tan trágicas como las de muchos de los escritores. No es gratuita la existencia de este mito olímpico del siglo XX: «El Club de los 27», que diariamente cobra muchísima más fama desde el día de su creación ideológica.
Es bastante lógico asumir que en ambas disciplinas sucede casos similares con sus artistas; ambas son nuestras del arte surgidas de ancestros similares: la música y la poesía vienen de la lírica, que a su vez es una extensión de todo acto de un juglar, y la narrativa viene de la épica, y de esta necesidad tan humana de contar nuestra propia existencia, así como darle sentido al mundo que nos gira (Épica también cantada por los juglares). Es, bajo esta lógica de cantar lo que nos gira, bajo la que, quizás, Poliviuz envuelve su concepto musical: cantar historias trágicas, que rondan por el terror, de la mano de música construida a base de ritmos, sonidos metálicos (muy a lo industrial) samples, voces y una guitarra. En Ella se enciende como un cigarrillo, Israel Montalvo y Saikoro, ambos integrantes radicados en Nayarit, nos dan 7 formas únicas de ver 7 tragedias distintas, dónde a través de sonidos que podrían rayar en lo lastimoso, generan un diálogo entre lo dicho, lo escuchado, lo pensado y el receptor.
Como lo mencioné, la obra se compone de 7 canciones compuestas en su totalidad por Israel Montalvo y con intervención de guitarra de parte de Saikoro. En el Primer track, nos encontramos con la canción que nombra el álbum y tal vez la que presagia los temas que serán tocados: Ella se enciende como un cigarrillo. Aquí se los pasos lacerantes de una mujer-recuerdo-remordimientos que traspasa la carnalidad para convertirse en una llama de dolor que transita debajo de la piel de la voz lírica y que termina siendo un escarabajo que devora el cerebro mientras, nuestro segundo personaje (la voz lírica, quien canta) se fuma, quizás un cigarro, para apaciguarla.
En otra canción más próxima al final de la obra llamada ¿Quién Vigila a los vigilantes?, nos encontramos con un profeta o un loco hablando del futuro y de los más trágico del presente. En esta canción se trastoca la visceralidad de una mente que ve hechos catastróficos sin los filtros de especie, clase o condición. Se nos empieza hablando de un perro atropellado, nos anuncia el inicio de la guerra y termina soñando su propia muerte, todo entrelazado con el fallecimiento de un payaso. Solo queda la duda de quién será la pieza de ajedrez que detone la masa de tragedias.
El álbum termina con Satán está triste, una letra pequeña, casi un aforismo que nos deja reflexionando:
La letra dice:
Satán está triste
acaso...
¿No hay diversión en
el infierno?
Y si la diversión no está en el infierno, ¿dónde sí está? ¿En la tierra, en la guerra, en la mente de los locos, en los locos enamorados de una mujer muerta, en una mujer muerta, en la muerte? Quizás la respuesta sea todas ellas, quizás ni siquiera haya alguna respuesta.
En Ella se enciende como un
cigarrillo, Poliviuz crea un atmosfera llena de locura, desenfrene y horror,
que puede generar un hilo conductor a través de las canciones, donde todo
empiece por un recuerdo de remordimiento y termine en la tristeza de Satán
porque está más divertido en la tierra o quizás, si lo escuchamos en orden
invertido, todo termine con las culpas y un cigarrillo que se apaga.
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