Desde las entrañas de la tierra | Patricia Acosta
Desde las entrañas de la tierra
Por: Patricia Acosta Tinajero
El mundo cotidiano, como dice el filósofo Alfred
Schütz, es la realidad suprema de la experiencia humana, en el sentido de que
se trata del mundo en el que estamos más sólidamente enraizados. Nuestra
condición existencial depende de procesos culturales, los cuales son de gran
importancia pues los procesos genéticamente programados son demasiado generales
en la mujer y en el hombre[1].
El ser humano necesita inevitablemente del leguaje en
sus múltiples manifestaciones para comprender el mundo en el que vive, y dado
que ninguno de nosotros nace teniendo una disposición nata a pensar por sí
mismo, sino con base en las relaciones intersubjetivas que se construyen dentro
de sus concepciones culturales y reforzadas desde las experiencias sociales, el
pensamiento resulta ser objetivado en formas perceptibles y sensibles.
Relatividad por Maurits Cornelis Escher, 1953
Las primeras formas de expresión las podemos encontrar
en las pinturas rupestres. Las cavernas eran lugares sagrados donde se daba
lugar a los ritos, éstas eran un símbolo del mundo subterráneo del cual todos
los seres vivos provienen y al cual posteriormente vuelven.
El historiador de arte E. H. Gombrich, dice que la
búsqueda de un origen para la actividad artística es, al mismo tiempo, querer
descubrir el origen del lenguaje mismo. Para él las obras primitivas tenían un
objeto que iba más allá de ser solamente una contemplación estética; él
menciona que cada una de las obras plasmadas tuvieron un fin profundamente
mágico; pero, ¿Por qué los hombres antiguos dibujaban animales en las cuevas?,
¿Por qué escogieron estos lugares y no otros? La teoría conocida como “magia
simpática”, y es a la que precisamente Gombrich hace referencia, sugiere la creencia
donde las imágenes dibujadas del animal correspondían al real, se pensaba que
al pintar a las presas se tenía, en consecuencia, poder sobre ellas.
Cueva de Lascaux
El periodo “Solutrense” del Paleolítico Superior
(30,000- 10,000 a.C.), se caracterizó por haber sido una etapa de gran
actividad pictórica dentro y fuera de las cavernas. Fue, además, un periodo frío
y seco donde las sociedades se vieron obligadas a buscar una vida en el
exterior, fueron poco a poco abandonando la seguridad que representaban las
grutas. Las manadas de mamuts lanudos, caballos, renos, ciervos, osos
cavernícolas, tejones, conejos, lobos y zorros poblaban las inmensas praderas,
y no es de extrañarse que fueron, a su vez, parte sustancial en la cosmovisión de
las sociedades humanas de la época.
Dentro de las cuevas y grutas existen juegos visuales
que, tal vez en su momento, hacían reír a sus habitantes. No pensemos en ellas
como una suerte de museos donde se entra y se espera del espectador una actitud
solemne frente a las obras expuestas. En estas creaciones antiguas se veneraba
a los animales porque eran quienes alcanzaban la grandeza y majestuosidad para
ser inmortalizados, por lo que el papel de los artistas más talentosos era
buscar un lugar apropiado donde, al mismo tiempo, los relieves o sombras
inherentes ya les sugerían formas de cabezas o cornamentas.
“Por alguna razón, las salas grandes tienen carácter
universal; están situadas al principio de la cueva. Más adentro están los
espacios privados, donde los individuos grababan en las paredes sus propias ideas,
pensamientos o visiones. Este arte es más impredecible que las pinturas de las
salas grandes. Los grabados plasman las ideas de un único individuo, aunque por
supuesto se basen en las creencias compartidas de la sociedad”. (Curtis, 2006
:285)
Cada uno de los animales plasmados lleva consigo la
adaptación física de su entorno, existe una regla universal de comportamiento
impresa en ellos. Sin embargo, el ser humano se encuentra perdido, casi
indefenso frente a un mundo sin sentido aparente. “El arte rupestre no fue sólo
la primera gran corriente artística, sino la primera gran corriente filosófica:
el primer intento que conocemos de someter a un orden coherente el caos del
mundo. ¡Cuán liberador, aterrador y tentador tuvo que ser!” (Curtis, 2006 :287).
Desde las entrañas de la tierra podemos apreciar de
manera sublime el papel que juega la cultura como un esquema de representación
vital en nuestra especie. Surge como una suerte de pincel simbólico donde el lenguaje
y las ideas diseñan nuestro propio ser en el cosmos cual bosquejo plasmado en
un lienzo que quedará siempre incompleto.
Bibliografía:
-
Geertz,
C., (2003) La interpretación de las culturas. Gedisa editorial. Disponible en https://antroporecursos.files.wordpress.com/2009/03/geertz-c-1973-la-interpretacion-de-las-culturas.pdf.
-
Gombrich, E.H., (2012) La Historia del Arte. Londres: PHAIDON.
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