Historias fantásticas desde un hexágono | Patricia Acosta




El buey/Le Boeuf

Por: Patricia Acosta Tinajero

 

¿Qué queda decir de aquel emblema de resurrección que no sea la de un simple objeto de consumo? Considerado en la antigüedad un símbolo solar, Apis para los egipcios, toro del culto a Mithra indo-iraní, animal clave en las cosmovisiones de los pueblos de otro tiempo. Aleph, origen de nuestra “A” y “T” latinas, con las que tantas veces hemos mentado al mundo y bosquejado en el infinito nuestros fugaces escritos, como un grito desesperado de nuestro existir efímero.



Portadores de alimento, leche y vestido, en Francia también se les consideró sagrados. Al buey se le dio un trato equivalente al del ser humano. En el condado de Nice, la importancia que tuvieron los bueyes en la sociedad se puede demostrar en los grabados sobre las rocas que datan del periódico Neolítico.

Representación de un puñal entre los cuernos de un vacuno.

Fotografía: Emmanuel Breteau

Se tenía la costumbre, cuando el dueño de alguna granja moría, de dejar descansar al ganado como una suerte de duelo, en su lugar, se les encomendaba transportar su cuerpo hacia el cementerio. Si el animal se detenía durante su marcha se entendía como una voluntad y señal del fallecido para que se llevaran a cabo rezos y plegarias en su nombre.



En el bestiario de la muerte, el buey juega un papel importante: sirve de corcel en el siglo XV. Iba al galope y no tenía prisa, adoptando el paso pesado y sabio de un animal de arado, que bien simboliza la fatalidad de un acontecimiento ineludible.
Pétrarque, Trionfi. Allégorie : Triomphe de la Mort. Rouen, XVe-XVIe siècle. Paris, BnF, département des Manuscrits, Français 223, fol. 123v.
© Bibliothèque nationale de France


El uso de la sangre de Buey durante la construcción de casas, fue una práctica útil como simbólica de asegurar la protección de quienes habitarían el inmueble. En el manual de construcción de 1836 se precisa que la mezcla que se hacía para mantener unidas las rocas y la madera estaba elaborada con cal viva y sangre del animal. Es por ello que se pueden observar cráneos sobre las fachadas de los hogares rústicos y en edificios de culto antiguos. Las casas típicas de País Vasco son un claro ejemplo de esta antigua usanza.

Al color cobrizo de los entramados de madera, o “colombages”, se le conoce con el nombre de: “rojo corazón de buey”. Anteriormente, las vigas de madera eran recubiertas en su totalidad con la sangre por tener propiedades fungicidas e insecticidas. En el condado de Foix, se mantenían alejadas a las chinches, sobre todo durante los calurosos días de verano, frotando un hígado de res sobre cada una de las esquinas de la cama.


Casa Vasca por Georges MASSON (1875-1948)

A pesar del paso del tiempo todavía se tiene registro hasta la fecha de una festividad que sobrevive llamada: “Beuf Gras” . Llevada a cabo una semana antes del “Mardi Gras” , la caravana de bueyes protagoniza la ceremonia, se les decora con flores y al ritmo de los tambores recorren las calles. Los músicos de “ripataoulère de gans” los acompañan durante su recorrido por todo el pueblo.

Al final, la degustación de la carne nos abre pauta a interpretar que lejos de terminar, los ritos alrededor del buey continúan vivos. El sacrificio como práctica ancestral propia del ser humano rescata la noción de comunidad en el seno de la sociedad, y la imagen del universo como un todo donde jamás hubo una incisión entre la cultura y la naturaleza.


Desfile de Bazas en Gironde, le 12 février. Archives Sud-Ouest, 1953.


Fuentes:

Hervé Filipetti. (2018). Peurs & Coyances Populaires de France. Union Européenne: Métive.

Walter, P. (2015). Mythologie chrétienne. IMAGO.


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