El bolero de oro de la música mexicana | Sergio H. García
El bolero de oro de la música mexicana
A Rosa
cantante,
corro de voz.
A Rosa,
querida y extrañada.
A Rosa, Mi abuela.
El bolero es un género de música latina, nacido en Cuba en 1840, que
por la cercanía con México y la migración de cubanos, se popularizó entre los mexas (y gran parte de américa latina)
en la década de los 40’s. En sí el género se caracteriza, en gran medida, por
tocar temas relacionados con el amor romántico, con el cortejo o con el desamor
frio y tajante, combinado con procesiones de acordes y melodías muy similares a
las prodigiosas y mayormente difundidas, progresiones y melodías del Jazz. Este
género alcanzó mayor popularidad cuando se combinó con otros géneros, igualmente
nuevos para su época, como lo fue el ranchero, y además, la incursión en un
fenómeno tanto social, como cultural e histórico, llamado «La
época de Oro del Cine Mexicano», misma que sirvió no solo para dar difusión y proyección masiva,
sino que dotó de un rostro y una estética en la que ambos fenómenos, se vieron tocados.
Un ejemplo súper claro de esto es que, uno no puede
separar semánticamente a Pedro Infante, eterno galán de las películas de la
época, de Cien Años, o de Amorcito Corazón; o a Jorge Negrete de El día que me quieras (que comparte
nombre con el tango escrito por Carlos Gardel y que más tarde llegaría a México
en forma de bolero) que es un poema de Amado Nervo, musicalizado por Manuel Esperón, o Flor de
Azalea. Tampoco se puede olvidar una de María Victoria cantando Mi último fracaso en aquellos escenarios
a blancos y negros, de la película Viva
la Juventud.
Esta es la estética y guía de
conducción que envuelve al bolero y por la cual, a través de las década mutó y
subsistió (hasta hace algunos años) como la música que escuchan los abuelitos.
En mi casa, particularmente, era de escuchar boleros siempre: en las películas,
en las reuniones familiares que se alegraban de risa cuando mi abuela (mujer
que amo y extraño tanto) se ponía a cantar y cantar, y reír y cantar, y
celebrar y cantar, y siempre cantar. No existía navidad en la que no sonara La
Sonora Santanera (la primera, anterior a las cinco mil ochocientas treinta y
dos que actualmente uno se puede encontrar en internet -datos no confirmados,
pero tampoco se encontraron dudas sobre ello-); o a los Panchos, Los Dandy’s,
Los Tres Ases, Agustín Lara, y un gran y enorme, y mal justificado etcétera, porque
todos y cada uno de los nombrados y de los callados por la economía misma de
las palabras y la memoria, merecen mi eterna admiración desde cualquier frente
o trinchera.
Así se sentía el bolero hace
un par de años.
Recuerdo un reacercamiento al
género cuando Natalia Lafourcade sacó el Mujer
Divina, donde interpretaba, de la mano de Augusto Bracho, canciones de Agustín
Lara, y con ese álbum, muchos artistas retomaron los boleros (No afirmo que fue
en el que resurge el bolero; trato de asentar que este disco fue importante
porque a pesar de que Luis Miguel jamás dejó de hacer bolero, el álbum de
Natalia, lo siento más cercano -o lo sentí en su momento- que el de El Sol, eterno
inalcanzable como siempre). Así fue hasta que hace un par de años que llegó
Daniel, Me estás matando, con una propuesta de proyecto basada tanto estética
como musicalmente en el bolero; Ellos no pretendían, o no en su mayoría,
realizar versiones de boleros probados y comprobados, ellos iban por la gallina
de los huevos de glamurosos, ellos iban por crear canciones nuevas bajo la
lógica del bolero y bajo su misma estética. Así, en 2019, saldría a la luz Suspiros, el primer álbum en el que
Daniel Zepeda e Iván de la Rioja daban voz, música, rostro y arte a sus
canciones; el «Bolero-Glam» había nacido.
Y de qué maravillosa forma
nació, como Huitzilopochtli armado y victorioso ante los surianos; Suspiros es un fuerte álbum que lleva
entre sus códigos binarios 13 canciones que tocan los mismos temas del bolero
mexicano, bajo la misma lógica armónica y melódica, pero con la implementación
de técnicas de estudio modernas e instrumentos modernos como lo puede ser una
guitarra eléctrica o una caja de ritmos electrónicos.
Así es como Daniel, me estás
matando se presenta ante el mundo musical, con suspiros que huelen a nostalgia
sin olvidar dónde y cuándo se está parado. Actualmente, este dueto maravilloso
(Diosito me los bendiga), cuenta con 3 producciones musicales muy buenas de las
cuales me gustaría profundizar en futuras columnas.
Por hoy solo diré que el
Bolero es un género que siempre había estado presente en el microcosmos de las
personas que conozco, que se me había enseñado y amado a través de la voz y la
educación de a quien dedico esto y que parecía estar condenado a ser eco, mera
repetición de un canto fuerte; un chisguete de aquel chorro de voz, y que ahora
lo veo revivir y, en gran parte gracias a Iván y a Daniel, desencadenarse del
olvido.
Gracias, chicos.
[Sergio H. García]
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