INTROSPECCIÓN | Un cuento de | Sue Mendoza
Introspección
«Equipado con sus cinco sentidos, el hombre explora el
universo que lo rodea y a sus aventuras las llama ciencia».
Edwin Powell Hubble.
Sue
Mendoza
Escuchó un ruido casi imperceptible que llamó
su atención; a su lado, dormía placenteramente su marido. Lorena había tenido
un sueño extraño pero revelador. Se sentó en la orilla de la cama, aguzó sus
sentidos, estiró los brazos al cielo e inhaló con fuerza. Buscó las pantuflas
bajo la cama pero la gata- una vez más- se las había llevado para jugar.
Sus pies descalzos la trasladaron hasta el
sanitario, abrió la llave del lavabo y dejó correr el agua por varios segundos,
así se nos va la vida, en un pequeño hilo, pensó. Tomó su cepillo dental y
enérgicamente pasó las cerdas por esos dientes desgastados. Un mechón de
cabello rizado no permitía observar su rostro en plenitud. Súbitamente decidió
cortarlo para no obstruir su visión. Lo tomó entre sus manos y pensó en
arrojarlo al bote de basura; sin embargo, terminó en un lugar más afortunado,
la caja de los recuerdos.
Después de mirarse a los ojos con detenimiento
e interrogación se dispuso a tomar café. En la cocina encontró restos de la
cena anterior y los usó para preparar un desayuno improvisado.
Tomó su radio de baterías y sintonizó la
estación en donde hablan de situaciones cotidianas y un “especialista” ofrece
una amplia gama de soluciones utópicas.
Esta vez el caso era de una mujer en sus
cincuenta quien había tenido un sueño que le hizo replantearse su vida
presente. Cada palabra narrada la hacía suya, parecía como si describiera su andar,
su sueño y despertar, incluso el episodio del mechón era correcto, embonaba como
si fuera ella la que estuviera al teléfono contando la vivencia propia.
Sorprendida de un modo metamórfico subió el
volumen y fijó la atención en esa voz que se le antojaba familiar; el enigma se
develó cuando el locutor le preguntó su nombre; con nerviosismo apuntó a decir:
Lorena. Un calosfrío recorrió su ser y se talló los ojos indagando si aún
estaba soñando. Su marido, para ese entonces, ya se encontraba de pie junto a
la cafetera sin darle importancia al episodio de la llamada. Soltó un comentario
banal pero ella parecía en trance hipnótico y continúo con el programa
radiofónico. Lo único que sí resonó para sus adentros fue: es tu Doppelgänger,
querida.
Lorena estaba aterrada y se abrazó con fuerza a
su marido que la tomaba en su regazo con delicadeza.
- ¿Ves? Eso te pasa por cenar después de las
diez. Hoy comerás más ligero
La Lorena de la radio seguía compartiendo
episodios aterradores de un futuro cercano. El marido estiró la mano y apagó el
botón, cortando la comunicación con su socia. Se metió a la regadera mientras
esperaba a que su mujer apareciera para tallar su espalda. Escuchó el timbre
del teléfono. Oyó a su esposa responder pero después de unos segundos no
distinguió ningún sonido. Decidió salir
a indagar qué le había ocurrido a su silenciosa compañera.
Al llegar junto a la mesa del teléfono la
encontró en el piso y sin sentido. Cuando por fin lo recobró, sus ojos no eran
los mismos, el color miel había tornado en un verde opaco, sin vida y sin
expresión. El marido le preguntó si se encontraba bien, a lo que respondió:
mejor que hace cien años, querido.
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