Muestra Poética | Leodan Morales
Estoy en esa etapa /concurrida y abisal/
no
sé quien soy
palabra desgarrada
piel insomne sobre la herida
eco silente ajeno a la acción del verbo
datos mal codificados
tiempo excluyente de flujos y transcursos
reflejos negros sin principio ni capítulo
primero
Contemplo un yo proyectado
sin forma ni fondo, cliché de un siglo
deprimido
Reformulo práctica y ritual
no
encuentro quien soy
un ratito, dos momentos, tres huellas, cuatro puntos suspensivos, cinco canciones inéditas, seis eclipses solares, siete imperfecciones sobre mis dedos, ocho desempleos discontinuos, nueve hojas de periódico desperdiciado, diez recuerdos en el aliento del futuro, once palabras alérgicas al sintaxis.
Nunca es suficiente
el discurso no alimenta la sensación de
“palabra” albergada entre la entraña y el sentir. Palpita, como palpita el vaho
de los animales desconocidos un martes por la mañana, cuando el cazador es
oficinista y la extinción se resguarda en el concepto y el aula de las
escuelas.
¿qué
te da miedo?
susurró mi sombra. llevábamos poco tiempo
platicando. no recuerdo quien sirvió la mesa. era una casa distinta, un hogar
extraño, sin puertas ni paredes ni habitaciones ni suelo donde dejar los
zapatos repletos de polvo.
entró el fuego
con cenizas entre sus nudillos
incitó el incendio
no hubo disimulo
no existió sonrisa
en el último chasquido
reventaron los huesos/sombra de estas y las otras
dimensiones
Reescribo el capítulo
no
interpreto lo que soy
acércate
acércate otro poco
lo suficiente
lo necesario
olfatea las palabras y sus espacios. recupera el
aroma del secreto
de lo no dicho
de lo inventado y lo absurdo
/contenedores de fluidos
olvidan
contenedores de fluidos/
observe la ventana, el vidrio se había desvanecido.
corroída por el agua o evaporada por el sol. el resultado carece de importancia
conceptos elevados al cuadrado
perfectos como números
inexistentes como la realidad filtrada por la mente
y el órgano
colores que flotan
en el pedregal desintegrado del límite y
la frontera
no hay manera de comprobar su existencia
Profetizo el pasado empolvado
no
muero lo que soy
Quiero ser un cristo
dejar al descubierto mis heridas
renegar del destino autoimpuesto
sanar sanar sanar(me)
cubrir los orificios, mirar a través de
ellos
dejar a la sangre ser sangre
y al vino ser vino
quiero suturar (suturarme)
cicatrizar (cicatrizarme)
dejar a la cruz bajar de mi cuerpo
liberarla del designio
liberarme de la forma
ser el cuerpo/herida que se seca al sol
se une al equinoccio y el solsticio
transmuta en rotación y translación
continúa en la libertad de las aves
y termina/muerte, en un signo de
interrogación.
Cicatrices
Cicatriz en el viento: El ruido (música y melodía)
La cicatriz
contiene, delimita.
Frontera y encuadre. Línea de trastornada forma,
encarna en piel casi extinta, el punto intermedio.
(Transmuta de A en B con tendencia al infinito)
Transformación constante.
Cicatriz en la poesía: Metáfora
Cicatriz en el alfabeto: Lenguaje
Hablo de una respuesta sin pregunta. Los ojos
dactilares, de porosas huellas desgastadas,
preguntan con entrecejo hundido, más allá del
signo interrogatorio ¿Qué ha ocurrido que ha
dejado tales marcas suturadas?
Es un bordado. Responde mi abuela. Hilos de
experiencia / puntadas de Destino / de libre
albedrío. Es un rezo que no enfrenta su camino,
plegaria varada, tatuaje inerte de un proceso casi,
casi concluido. Mi abuela suelta una sonrisa. La
libera. Acaricia con sus manos viejas, las heridas
abiertas, expuestas bajo la luna nueva. Anda mija,
traite las hierbas y los copales, que la limpia de hoy,
sutura las cicatrices que te sanarán mañana. La
miro encorvada, lenta de paso, larga en años y
remedios ancestrales. El ritual comienza.
Cicatriz en la iglesia: El martirio de las santas.
Hay sangre expuesta. Sangre de muchos colores. Se
cuecen de cara frente al sol del desierto. El polvo
entona un mantra. Le acompaño con la única
cuerda que aún vive en mi garganta. Los nopales
fijan con sus espinas, mis extremidades
desmembradas. Las regresan a su sitio. Mis pies
conocen el camino. Mis pies desnudos de piel y
músculo conocen el camino. Voy recogiendo trozos
de mis entrañas y pedazos de mi carne. Los echo
en el chiquigüite que me ha dejado la bisabuela. la
serpiente eco me rodea. repite a cada extremo.
amo shi’ktziki. la ignoro como el mar al viento.
recupero mis fuerzas. en lo lejos, reconozco el jacal
de mi abuela. entro por donde alguna vez la puerta
habito los umbrales. Pásale mija, na’mas acabo de
echar tortillas y empezamos el bordado.
Cicatriz de la cura: Medicamento
Mi abuela me entrega una madeja hecha con las
canas de todos sus tiempos. Ella también se queda
con una. Mientras me enseña puntadas
desconocidas, mistifica cada pieza que he recogido.
Ella lo llama la cosecha del desierto. Las vamos
cosiendo, bordando, hilando sobre lo que alguna
vez fue mi cuerpo. Ella se ríe mientras me
atraviesa con esos hiloscabello. Mírate mija, no
tiene que quedar perfecto. Completo mis dedos, la
carne de mi cuello y de mis muslos. Zurzo mis
venas, mis nervios, mis viseras. Ella me entrega un
alma reparada, la bebo del cuenco que forma con
sus manos.
Despierto
ritual concluido
en la pared una frase
“No rasques las costras”
La abuela se ha marchitado. copal evaporado.
repaso las marcasnuevas sobre el ecosistema de mi
cuerpo. nuevos habitantes en un mundo
desagonizado casi extinto. Abrazo la trenza que
dejó colgada al borde de los petates. Me baño en el
agua de los quelites. Arde. Arden las cicatrices
como fuego remodelado. Pronuncio su nombre.
Nuestro verso.
Cicatriz de la muerte: la efímera vida extinta en
dos parpadeos.
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Leodan Morales (Coacoaco, Ilamatlán, Veracruz 1990) Experimentador chamánico de las letras, ha publicado su obra en diversas universidades y proyectos editoriales de México, EE. UU. y América Latina.
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