Manual para una desintoxicación exitosa | Iván Mata



Manual para una desintoxicación exitosa

 

Tengo especial interés por las cosas que hacen daño. Como no lavarme los dientes, apagar el cigarro en el brazo izquierdo, golpearme la cabeza con el libro más gordo y pesado de las estanterías. Hay una especie de adrenalina, algo, chispita semejante a una explosión. Ya no me causa placer ni un orgasmo la cara de mi amante o la lluvia. No hay flor o droga. Corte de pelo o maquillaje. He probado con el amor, pero, al final, el amor se muere como los esposos. Tengo la siguiente duda: ¿la muerte de Ernesto se llevó todo lo que me hacía sentir o bailar? Porque yo bailaba arriba de las antenas de luz para atraer a los aviones y a los marcianos. Bailaba, sobre todo, para convertirme en superhéroe. Dicen que un relámpago transforma a una persona en el amo de las tormentas. Toda mi vida esperé convertirme en Tormenta, la de X-Men. Y que mi esposo caminara por siempre a mi lado. Pobre imbécil, fracasado, viejo, que probablemente tiene VIH; mentiroso cuando está desmaquillándose luego de un paseo lejísimo por la calle. Eso no es mentira. Yo camino demasiado por la calle. Incluso encima del agua. Honestamente, siempre estoy diciendo mentiras. Por ejemplo, digo pistola y pienso en una cuerda. La cuerda alrededor del cuello es como no lavarse los dientes, o como sangrar por culpa de un libro pesado y gordo al golpearse fuertemente la cabeza. Otras cosas que hacen sangrar mucho, leí hoy por la mañana en internet, son: masticar piedras, picarse la nariz o el cáncer de estómago. Espero sea cáncer y no VIH lo que está consumiéndome toda la grasa. La verdad, tampoco es mentira, lo juro, anhelo estar pelona y más delgada que un palo de escoba. La verdad, anhelo morir de otra manera y no como mi esposo murió ayer. Pero eso sí, más delgada que yo en este momento. Maldita envidia. Maldita jota asquerosa.  

 

 

 

 

Se preñan twinks a domicilio

La primera vez que un vato me propuso coger a pelo yo tenía 11 años. Bueno, nunca me propuso nada. Sólo me tomó fuertemente y me zarandeó como a los árboles frutales. Ahora que recuerdo, aquel día yo olía a mango-naranja. Con razón me tomó fuertemente y me zarandeó como al árbol de duraznos. Apuesto a que buscaba la fruta más joven del huerto para preparar una ensalada con miel y yogurt.

 

 

 

 

 

Constelación de Virgo

 

Hace rato descubrí que tengo diez millones de lunares en todo mi cuerpo. Solitarios y escondidos entre los pliegues de la axila. Otros con forma de ballena o de una cantante pop. Unos más negros y barbudos. Hace rato también corroboré que mi único amigo es un vagabundo que ronda por las vías del tren. Nunca me ha dirigido la palabra. Nunca he visto su rostro porque camina mirando las piedras. Pero es mi amigo, lo sé. Todos los días deja afuera de mi casa a un animal muerto. En la mañana dejó al perro de la vecina. Seguramente, la culera de la vecina dejó la puerta emparejada y Blanco salió corriendo tan deprisa que nadie se dio cuenta de su ausencia. Más tarde fue atropellado por un camión escolar o por una pipa de gas. Estoy seguro que mi amigo el vagabundo deja los animales muertos para que yo coma. En una de esas, cauteloso, mientras yo caminaba por las vías del tren, siguiéndolo, alzó la vista y me miró demasiado flaco. Reí mucho, de verdad, cuando miré la cabeza de Blanco destrozada por una llanta. Reí incluso más porque hace rato mi madre repitió muy enojada (es que no entiendo, lo siento, soy terca y necia, madre, lo sabes): deberías tragar animales muertos para que engordes, hijo. Mírate, parece que estás enfermo. ¿Enfermo de qué?, me pregunté orgullosa como las mujeres güeras de mi colonia están orgullosas de su cabello teñido. Pero ahora entiendo. De verdad que sí. Por eso descubrí que tengo diez millones de lunares en todo mi cuerpo cuando me miré en el espejo. También descubrí que uno de los lunares se parece a Blanco. Otro más tiene un parecido extraordinario a la vecina.


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Iván Mata (Guanajuato, Gto, México, 1989), Licenciado en Letras Españolas por la Universidad de Guanajuato. Actualmente es pastor de cabras. Antalogado en el número 209 de Punto de Partida (UNAM), “El fragor de otras voces. Diez jóvenes poetas guanajuatenses”. Por la revista Alternativas “28 poetas del Bajío menores de 28 años”. Entre otras revistas nacionales e internacionales. Aparece en el muestrario poético “Las avenidas del cielo” (UG/UAA), y en las antologías “La vida va” (La Rana), “Círculos de agua” (La Rana), “Poesía no consagrada” (Granuja), “Escritura desde el encierro” (Los otros libros), “Los poetas de la memeración” (Awita de Chale), “Letrinas del cosmódromo” (Agujero de gusano), “Poesía eres tú” (Periódico poético). Es autor de los poemarios Vómito de una pistola sin gatillo (Los Otros Libros), Soy Cebra (Granuja), Ivanna Kill (La Rana), Pedacito de pastel (Frenéticxs danzantes) y Frijol (Niño Down editorial). Y de la novela Bailemos Cumbia (Awita de Chale). Ha sido integrante del Seminario para las Letras Guanajuatenses, con los tutores: Eusebio Ruvalcaba, Marcial Fernández, José Luis Bobadilla, Ángel Ortuño, Geney Beltrán, José Kozer, Rocío Cerón e Imanol Caneyada.


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