Muestra Poética | Eduardo Gallardo Castillo
Quise arrancar de mí floradas constelaciones
por quinta vez consecutiva no fallé en el
intento toda vez que de mis
torrentes mana sepulcral la voz efímera de los
dioses y encuentro sobre mis sueños la pesada
marca del calvario
quise decir que los dioses pesan sobre mis
pechos trascendidos porque soy ahora y
en todos momentos y de mí fluye inevitable el
canto sagrado de los ángeles
quise sacar de mi lengua traslúcida el nombre
del atardecer y fallé en el intento
porque en el constante relámpago de los
muertos
de mis adentros fluye inmaculado un silencio
tornasolado
y que no todo centro es calmo ni toda calma
centra el Espíritu
arriba | una aguja volcánica reposando
sutilmente sobre mi estómago
en medio | la constante sensación de ser el otro
lado de la moneda
abajo | el
silencio roedor de huesos y nimiedades
Jesús,
in memoriam
no te pasa
que una mañana de entre tantas otras amaneces
con una mitad de ti cáscara viciada sin el
aliento preciso con qué nombrar tu cuerpo ni tu
andar porque no todos tenemos la certeza de
saber andar ni todos somos concreto amasado
en cuerpos maduros
no te pasa
que una mañana de entre tantas otras no sabes
siquiera cómo comenzar a mirar con los ojos o
que de ti fluyen perpendiculares las caricias del
silencio porque a veces no sabemos de cierto si
nuestro nombre nombra lo que somos ni
sabemos a ciencia cierta si lo que nombramos
no carecía ya de nombre
no te pasa
que después de haber perdido de la luz los
atardeceres y buscar a tientas la fatiga de los
días no puedes ya más con el peso muerto de
tus condenas o que tras haber mirado de la
muerte sus ojos encuentras baladí el tener que
seguir con tu
mentira
no te pasa
que tu muerte no es sino una forma infantil de
perdonar los pecados de los hombres
alunado me encuentro detrás de tus sueños
donde teje la noche del viento el amor sus
melodías || detrás del canto de los ángeles
avanzo:
a través de
piedras ajadas
recorro renuente
los senderos de tus límites
|| abrasado a la noche son de mía
las furias volcánicas del pasado
de mis cicatrices brota ineluctable la condena
de los inocentes
siento de mí la noche y sus olas
y
en el fragor de sus batallas te nombro
así como nombran
los dioses a los hombres:
con la vana
esperanza de que me mires
y en el oasis de tus desiertos hallar de mis olas
la calma
que de mi carne quieta se espante a las moscas
|| de mis océanos se devore la inocencia
de
los Santos
abanicado
siéntome diáfano
acontecimiento de otro sueño repetitivo que
sólo aparece cuando de la luna brotan
desconcertadas las flores coronadas de mis
otros cuerpos || lluevo
torrencial sobre áureos cantos diamantinos
ocultándome en las grietas de otras memorias y
busco infatigable a tientas los límites de mi
lenguaje quise
decir
detrás de la
desidia de los días
se halla
inmutable
tu abrazo
pero suele suceder que amanezco sol herido
arrastrándome irrisorio por caminos de selva
oscura y no me sé decir con la carne ni son de
mí estas flores que corren ufanas deslizándose
sin razón aparente
ágiles dejan sobre la arena su marca los
Centauros en huida
quise decir que simulo
sutilmente las caricias del silencio
serpenteando debajo de las ruinas circulares
que me habitan||brotan de mi sangre las aguas
perfumadas de Epidauro // dime, ¿escuchas a
los perros ladrar?
porque no todos los
ángulos son venerables
ni son todos los montes la sombra del
Kynortion
que de mi carne quieta se espante a los
ángeles
|| de mis océanos se devore el constante
suceder de los días y sus trabajos
Salí de casa en el
año 0 de nuestra Señora,
no había
motocicletas ni luces neón
no te enfades padre
salí con un puñado
de centavos bajo el brazo
y la vana
esperanza de quien siente
su herida en la
herida toda de Cristo;
salí de casa en el año de 992 d. A.
y se hizo la luz o
me hice luz
mira, padre
salí de casa una tarde de tu tiempo
futuro pero aún no lo sabes porque
apenas estás jugando en el campo con vacas y
gallinas pero salí de casa esa tarde y no
regresaré hasta varios años después con el
corazón hecho polvo porque la vida es más
difícil de lo que parece pero tú no lo sabes
porque apenas estás llegando a una ciudad
nueva con la intención de regresar a casa sin
saber que ahí harás tu vida salí de
casa una noche de 1517 y tú no lo sabes
porque apenas estás conociendo a mi madre
pero esa noche habré perdido un hijo y
nunca sabrás que no fue un accidente y no hace
falta que lo sepas no te enfades
padre porque
la vida ha engullido mis
heridas
salí de mi cuarto una tarde
de septiembre
olvidé
el cuchillo en las lindes del río
la sangre que sacude mi corazón es de otro
cuerpo
pero eso tú no lo
sabes
porque esa noche estabas muriendo
o llevando a cuestas el olvido de una promesa
incumplida | esa noche negué mi cuerpo a la
muerte sólo porque eras tú quien tenía en sus
manos la batalla
¿tiene
sentido seguir pensando en eso?
fuimos tiempo baldío
la mujer soltó su negra cabellera y en su rostro
vi el dolor de los siglos
venideros
pero eso tú no lo
sabes
porque saliste de casa una mañana de febrero
del año 220 después de no-nacido yo
y ya nunca miraste
atrás.
---
Eduardo Gallardo Castillo o el niño sol. (24.01.1992) Nacido en la nubosa ciudad de Querétaro en México. Parte de su trabajo ha sido publicado
en las antologías En la boca del viento
(2016) y Mitoxix. Colaboratorio poético (2017), así como en diversas revistas
literarias.
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