Había una vez el mundo | Ana Laura Bravo | Reseña
Había una vez el mundo
Por Ana Laura BravoUn chico y una chica se
encuentran en las aguas del polo sur. Conversan desde sus canoas y en menos de
tres viñetas confiesan su amor y se piden en matrimonio. Pero entonces, al
volver a tierra firme, tratan de abrazarse y se dan cuenta que un campo magnético
invisible les impide siquiera alcanzan las yemas de sus dedos. Por más que
empujan y tratan de acercase entre sí, es imposible. Ni siquiera el sabio de su
tribu es capaz de explicar el singular fenómeno y aun así, prosiguen a casarse,
seguros de que al final su amor podrá conquistarlo todo. Comienzan a vivir
juntos, inventan los besos soplados y por las mañanas intercambian lados de la
cama para sentir el calor del otro, a quien no pueden tocar. Incapaces de
vencer el destino que los separa, se conforman con permanecer cerca, lo
suficiente para conversar y contarse historias. Porque claro, el chico es un
cuentacuentos y a ella no le importa repetir las mismas historias una y otra
vez, porque mientras el relato dura, sus corazones se acercan.
Ese es el principio de
enmarca las historias de La Enciclopedia de la Tierra Temprana[1],
una novela gráfica escrita e ilustrada por Isabel Greenberg y publicado en
2013. Casi diez años después, esta historia volvió a mi mente al ver un anuncio
de YouTube donde el escritor angloíndio, Salma Rushdie dice que los humanos
somos los únicos que nos contamos historias unos a otros para tratar de
entender qué tipo de criaturas somos. En la novela de Greenberg, tal como lo
refiere su título, los personajes narran el origen del mundo, empezando por los
dioses y otros relatos que recuerdan pasajes bíblicos como Caín y Abel, la
Torre de Babel o Jonás y la ballena. En realidad son reescrituras: apropiaciones
que la autora hace, a través de sus narradores, de mitos que resuenan en el
imaginario colectivo y que han ordenado y dado sentido a nuestra existencia.
El cine y la literatura
están tan saturados de escenarios sobre el fin del mundo, que casi nos
olvidamos por completo de que el mundo también tuvo un principio. La
Enciclopedia de la Tierra Temprana es eso: una antología cosmogónica donde
la aparición de los primeros cuentacuentos marca un momento clave en la
creación del mundo. A semblanza del mítico Orfeo, ellos son quienes, cuando el
destino parece infranqueable, son capaces de sublevarse contra los dioses y sus
reglas a través de relatos. No para huir a la ficción, sino para emplearla como
un lente de aumento que permita profundizar en la realidad. Y es que las
historias agridulces de Greenberg se reflejan en sus dibujos en tonalidades
fríos, donde resalta el rojo sangre, y de viñetas de blanco sobre negro y
trazos temblorosos, en una imperfecta perfección que nos recuerda que ningún
final feliz está garantizado.
Como una auténtica
enciclopedia, esta novela gráfica retrata la dualidad del mundo: ese continuo
contraste de blancos y negros que se expanden para comprender toda la escala de
grises intermedios. De esta manera, el primer relato de amor también cuenta del
primer hombre que sintió celos; la diosa que se enamora de un humano también
experimenta el dolor del primer corazón roto; la primera plegaria queda sin
contestar porque desata una discusión entre los dioses y concluyen que, si
responden esa oración, después no podrán quitarse a los humanos de encima. Esta
novela es una colección de todas las primeras veces que dieron forma a un mundo
muy parecido al que conocemos y que, si bien se explica a través de magia e
intervenciones divinas, no se olvida del dolor de ser humano y poseer un
corazón.
Cuando los dioses
deciden dejar al cuentacuentos a su suerte para que encuentre el pedazo de su
alma que se perdió que cuando era un bebé, una dice una frase que parece
resumir la odisea de La Enciclopedia de la Tierra Temprana: “él tiene
sus historias. Ellas lo ayudarán”. Este es el punto en que yo conecté con este
libro, porque cuando me pasó lo peor que creí que podía ocurrir en mi vida, un
amigo me abrazó fuertemente y dijo a mi oído algo parecido: “tú lees mucho, vas
a estar bien”. No podría explicar exactamente por qué, pero es verdad.
Necesitamos historias tanto como necesitamos comer, dormir, respirar… Y sobre
todo, necesitamos historias como la novela gráfica de Greenberg, para volver a
sentirnos niños sosteniendo ese libro inmenso (de treinta por veinte
centímetros), lleno de dibujos y cuentos que no siempre son felices, pero que confirman
que no importa que tan antiguo sea el mundo (y a propósito de que esta es la
última reseña del año): siempre es posible un comienzo.
[1] El título en inglés es The Encyclopedia of Early Earth y fue
publicado por Little, Brown and Company Hachette Book Group.
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