Todo lo que (no) fuimos, reseña de Ana Laura Bravo

 


Todo lo que (no) fuimos


 Advertencia: el siguiente texto contiene referencias directas al suicidio y la depresión. Si consideras que estos temas pueden incomodarte o ser dañinos para ti, no tienes que leerlo pero recuerda: puedes encontrar ayuda, no estás solo.

Veinte años antes de que la teoría de los multiversos se volviera tendencia en las películas de superhéroes, un director mexicano colocó el siguiente epígrafe en pantalla: “Porque también somos lo que hemos perdido”. Una frase breve, sin más contexto que las tres historias que se desarrollan en Amores Perros (2000). Por más que la he googleado, no tengo certeza de que el autor sea el propio González Iñarritu o si él la tomó prestada de alguien más, quizá su guionista, Guillermo Arriaga. Lo único cierto es que la frase no vino de un post de Facebook porque faltaban cuatro años para que la red social comenzara a existir y, junto con ella, un sinnúmero de citas falsamente atribuidas a libros, personajes y famosos, como los memes de Frases que Luis Miguel nunca dijo. A pesar del ruido en que internet nos tiene sumergidos, hay algo en el epígrafe de Amores Perros que resuena incluso en la experiencia de la información falsa: aunque sea fake, también es real.

No voy a tratar de definir qué es lo real en esta reseña porque ya la mitad de la filosofía occidental se ha dedicado a eso, pero sobre el fenómeno de internet y la información falsa sí tengo un par de cosas que decir. Primero, su calidad de real equivale a su existencia en esta realidad. Y segundo, no porque Luis Miguel no haya dicho eso en este mundo, no significa que no lo dijo en otra realidad posible. Aquí es donde todo comienza a conectarse: la teoría de los multiversos, el epígrafe de Amores Perros y esa búsqueda de sentido que no podemos simplemente googlear. El riesgo de anclarnos demasiado a la realidad, al punto de olvidar que otros mundos son posibles, es que empezamos a creer que todas las realidades deberían funcionar como la nuestra. Por ejemplo, que un libro de autoayuda nunca podrá ser literatura y viceversa, hasta que me topo con The Midnight Library[1] y recuerdo que no existe una definición fija sobre qué es lo literario y que la literatura también existe para ayudarnos.

La biblioteca de medianoche comienza con una mujer que quiere morir. No queda ninguna razón para que ella viva, es innecesaria en un mundo donde nos han enseñado que nuestro valor se basa en ser útiles, en poseer lo que deseamos y en ser deseados. ¿Acaso hay otra forma de justificar nuestra insignificante existencia? Nora, el personaje principal de esta historia, decide que no y que a sus treinta y pocos años, ha cometido demasiados errores y ha dejado pasar suficientes oportunidades como para arruinar su vida entera. Así que se suicida. La biblioteca de medianoche es una de esas historias improbables que comienzan con la muerte de su protagonista. Algo tiene que ocurrir para que la historia sobreviva, para que la conciencia de Nora no se diluya en la oscuridad y pueda llevar al lector a descubrir con ella uno de los grandes enigmas de la existencia: no el de qué nos espera después de morir, sino el de si hay vida antes de la muerte.

¿Qué pasaría si tuviéramos la oportunidad de echar un vistazo a cómo sería nuestra vida si hubiéramos tomado distintas decisiones? ¿Qué pasaría si pudiéramos cambiar ese momento del que siempre nos arrepentiremos? La biblioteca de esta historia es más que un simple edificio y se convierte un personaje en sí misma: una memoria viva, palpitante, donde habitan las posibilidades y todos los hubiera al fin son resueltos. Nora tiene la oportunidad de dejar atrás su existencia deprimente y solitaria, y habitar esas otras realidades hasta que encuentre una vida que sí quiera vivir, una en la que quiera quedarse. Claro que no es tan simple y cada nueva vida también le descubre nuevos remordimientos.

Incluso cuando no parece haber nada de qué arrepentirse, Nora descubre que ganar siempre implicará perder y que hay cosas que únicamente se pueden obtener si nos damos por vencidos. Por ejemplo, dejar a un lado mi orgullo de lectora “experimentada” y con estudios en literatura para leer una historia que pueda recordarme que también soy humana y tengo derecho a romperme y llorar y rendirme, y que quizá el consuelo que necesito lo puedo encontrar en una lectura así. Porque después de todo, la literatura también existe para hablarnos de esos otros mundos posibles, de esas realidades donde sí fuimos amados o exitosos de alguna de las maneras en que se suponía que lo fuéramos. Y la literatura no tiene que ser útil ni pedagógica, pero no hay nada equivocado con admitir que a veces necesitamos que alguien nos recuerde que está bien tener un libro de arrepentimientos y hojearlo de vez en cuando, mientras sepamos que nuestra vida también es algo que vamos escribiendo. Una obra en proceso.

Probablemente la mejor película de multiversos sea la de los Daniels, Everything, Everywhere, All at Once (2022), no sólo por las profundas actuaciones, los vestuarios extravagantes y el impacto visual que lograron con efectos caseros, sino porque su historia, como la de La biblioteca de medianoche es una respuesta al sentir de esta generación. En un mundo caótico, violento y susceptible a las falsificaciones, carecemos de algo verdadero que dé sentido a nuestras vidas. Tal vez nunca encontremos ese sentido y la incertidumbre por momentos fermentará en ansiedad y esos malestares innombrables que sufrimos en el silencio de esta soledad colectiva. Pero esa misma incertidumbre también es un recordatorio de que si nada importa, somos libres para darle un sentido propio a nuestra existencia, con todo y las partes que perdimos o que nunca tendremos, porque también estamos hechos de eso.

La sonrisa que se borró, las lágrimas que derramaste, el abrazo que se enfrió o el que nunca alcanzaste, la tibieza del sol que te descongeló las manos o la lluvia que te empapó hasta la ropa interior. Si te das cuenta, a veces sólo hace falta verlo en conjunto para darte cuenta de que hay belleza incluso en las partes más dolorosas. Y todavía ni siquiera adivinas lo que pasará a continuación.



[1] En español, La biblioteca de medianoche, escrita por Matt Haig y publicada en 2020.























Ana Laura Bravo, es profesora de medio tiempo y lectora de tiempo completo. "Nací en el desaparecido Distrito Federal en febrero de 1994, pero crecí en otros estados, siempre buscando algún camino de regreso a la Ciudad. Estudié literatura en la Universidad Autónoma de Querétaro y en la Universidad de Tarapacá en Chile." Actualmente estudia la maestría en docencia y está desarrollando una tesis sobre la enseñanza de la literatura en los bachilleratos técnicos. Ha publicado en algunas revistas y escribió su primera novela, Volver al fin del mundo, con apoyo del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) de Querétaro, la cual se encuentra en proceso de reescritura. 

La literatura es mi laboratorio de libertad y me gustaría que mis textos pudieran hacer que quien quiera que los lea se sienta escuchado.

IG: analaura_bravop

FB: AnaLaura Bravo Pérez

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