Hambre de perros, reseña literaria de Ana Laura Bravo


 


Hambre de perros

 

Para Bombón, por si acaso los perros que van al cielo aprenden a leer.

 


Cuando era niña y el mundo parecía más simple, aprendí que las mejores historias eran las que incluían un perro. Es probable que eso no se limite a las películas y libros infantiles. Por ejemplo, La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera, no me habría conmovido igual si el amor o desamor entre Tereza y Tomas no hubiera transcurrido paralelo a la vida del perro que adoptaron al principio de su relación y cuya muerte (perdón por el spoiler) también marca el final de la novela. El baile de los que sobran no sería lo mismo sin el ladrido que lo acompaña y mi escritura carecería de esa nostalgia si nunca hubiera leído la nota que abre la película Amores Perros. El propio Franz Kafka escribió alguna vez: "todo el conocimiento, la totalidad de preguntas y respuestas, se encuentran en el perro". Por lo menos eso dicen que dijo.

Mi primer deseo de cumpleaños (del que tuve conciencia) fue un perro. Lo quería tanto que lo pedí en voz alta y todos dijeron que nomás por haberlo dicho ya no se iba a cumplir, pero creo que esa pequeña Ana de seis o siete años estaba inventando lo que los gen z descubrieron recién: el poder de manifestar. Pero no sólo quería tener un perro, quería convertirme en la mejor amiga de los perros. Por eso dediqué gran parte de las lecturas de mi infancia a enciclopedias, revistas y novelas sobre perros. Pasaba las tardes cambiando de canal en busca de documentales sobre perros y todavía recuerdo uno de Animal Planet que al final decía: “En el principio, Dios creó al hombre, y viéndolo tan solo, creó al perro”.

De esa época, el libro que recuerdo con más cariño es Aventuras y desventuras de Casiperro del Hambre[1]. Lo encontré en la biblioteca del salón y lo agregué a mi lista de lecturas sin dudarlo. En esa época me gustaba empezar los libros así: leía la primera frase, luego iba al final y leía la última, y formulaba una hipótesis sobre lo que tendría que pasar para llegar de ese inicio a ese final. Creo que por eso soy fan de los spoilers: porque no me importa tanto qué va a pasar en una historia, sino de qué manera. De todos modos, entiendo que a muchas personas les disguste que les arruinen la sorpresa. Por eso de una vez aviso: spoiler alert: Casiperro empieza así: “Si mi madre hubiese tenido dos tetas más, mis desdichas —y también mis dichas, en fin, mis aventuras— no habrían siquiera comenzado”, y termina así: “Tal vez no sea un paraíso eterno, ¿pero quién dijo que ha de ser eterno el paraíso?”

¿Qué tiene que pasar para que un perro pase de hablar de tetas a hablar de algo eterno? El protagonista de este libro es un perro callejero, probablemente sin raza, que nunca se describe a sí mismo como particularmente bonito o carismático, en cuya narración continuamente nos recuerda que su mayor preocupación es el hambre, que para él, más que una necesidad se trata de un sentimiento. Sin dueño y sin nombre, a lo largo de las casi ciento treinta y seis páginas que relatan su historia, deambula por calles, casas, circos y otras empresas más turbias en busca de comida y refugio, algo que podríamos llamar un hogar, aunque él no lo romantiza de esa manera. Y eso es algo que me gusta de Casiperro: que no idealiza a los humanos como lo hacen ver otras historias que intentan recrear la perspectiva canina. Al recordar cómo le apasionaban cuando era cachorro, Casiperro reflexiona: “depositaba en ellos una fe y una confianza que hoy, a la distancia, no puedo sino considerar ingenuas”.

Esta novela, si bien puede clasificarse como literatura infantil, carece de la ingenuidad con que suele estereotiparse a este género. Los relatos para niños también pueden ser melancólicos (como Perro azul), despiadados (como Negrita, de Jorge Cardoso), tocar temas como el suicidio y la depresión (Buenas noches, Laika) e incluso desmaquillarnos la realidad y hablarnos de cómo la soledad es, paradójicamente, el sentimiento que más compartimos (Gracias a Winn-Dixie). A través de la vida de un perro callejero, Casiperro retrata problemas como el hambre y la pobreza, la crueldad y los abusos científicos, así como las complicaciones que se dan en cualquier relación, especialmente, entre los humanos y otros animales.

La vida callejera de Casiperro y los absurdos del comportamiento humano desde sus ojos perrunos, me hacen recordar que cuando adopté a Bombón, la tienda de mascotas me hizo preguntarme cómo era posible que las calles estuvieran llenas de perros sucios y esqueléticos que hurgaban la basura, mientras los que exhibía en su mostrador eran tan caros como autos nuevos. Mis papás no podían pagar eso y fue así como una señora que salió del veterinario con un pequinés en brazos notó que estaba llorando, no de enojo con mis papás, sino de preguntas. La señora trató de consolarme y terminamos yendo a su casa para que me mostrara a la cachorra que quedaba de una camada de cuatro que había tenido su perrita. No es de raza, dijo como disculpándose, pero para mí eso no significaba nada. Al llegar recuerdo que abrió la puerta y de adentro salió corriendo, como disparada. Era una cachorrita blanca, con una cola más larga que ella misma, una mancha negra en el lomo y otra en la oreja derecha (eso lo memoricé para poder dibujarla), y una gorrita roja de cuadros escoceses que, semanas más tarde, encontraría masticada y enterrada bajo la higuera de mi abuelo.

Esa primera vez que la vi meneaba tanto la cola que parecía que en cualquier momento saldría volando como una hélice perdida. Corrió hacia mí, se apoyó en mi pierna y me miró con una sonrisa perruna abriéndole la boca. Y en ese instante todo lo que había aprendido sobre perros tuvo sentido porque supe que yo era suya.



[1] Escrito por Graciela Montes y publicado por primera vez en 2006 Ediciones Colihue, como parte de la colección Los libros de Boris.















Ana Laura Bravo, es profesora de medio tiempo y lectora de tiempo completo. "Nací en el desaparecido Distrito Federal en febrero de 1994, pero crecí en otros estados, siempre buscando algún camino de regreso a la Ciudad. Estudié literatura en la Universidad Autónoma de Querétaro y en la Universidad de Tarapacá en Chile." Actualmente estudia la maestría en docencia y está desarrollando una tesis sobre la enseñanza de la literatura en los bachilleratos técnicos. Ha publicado en algunas revistas y escribió su primera novela, Volver al fin del mundo, con apoyo del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) de Querétaro, la cual se encuentra en proceso de reescritura. 

La literatura es mi laboratorio de libertad y me gustaría que mis textos pudieran hacer que quien quiera que los lea se sienta escuchado.

IG: analaura_bravop

FB: AnaLaura Bravo Pérez

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